El gran soñador de El Pedregal, Inzá, Cauca
“A menudo debemos callar; nos faltan nombres consagrados,
laten los corazones, pero ¿se queda corta el habla?”
Hölderlin

Por Elkin Quintero
Épocas de luces y sombras
Por muchos años han aparecido en el mundo seres que se les ha investido con el nombre de «espíritus libres«, porque han desertado de la comodidad, de los privilegios y de las formas más cómodas de vivir y morir. Ellos se desviven por salvar a los débiles y crear para propios y extraños estados de perfección y felicidad. Estos seres siempre han llegado al mundo para sanar el corazón de los hombres y dar un poco de esperanza donde se había perdido.
En el año de 1958, en Tierradentro, la gentilidad y la cristiandad no podían soldarse entre sí. Nuestra tierra, nuestra civilización, nuestros ancestros deambulaban entre el miedo y la mezquindad y de vez en vez los odios políticos y religiosos empezaban a carcomer los cimientos de un pueblo fundado el 9 de diciembre de 1735, por el sargento mayor y juez especial Silvestre Mateus Polanco, comisionado por el rey Felipe V. Pero un pueblo fundado con la esperanza de ser el pueblo más próspero de la región no podía quedar en suspenso, necesita un ser de luz, un espíritu libre que nos enseñara a ser luz y ser libres.
Lo que fue antes del nacimiento de Luis Nelson podemos buscarlo y saberlo, pero no es más nuestro, está señalado con otros números, circunscrito en otros sistemas, no agita más nuestras pasiones: puede ser todo lo bello que se quiera, pero su legado NO está muerto.
Luis Nelson, en sus tiempos, hizo más ruido que Jesús, conquistó más terrenos que Cesar y enseñó más que Platón. Todavía se habla del primero, del segundo y de tercero, pero ¿quién se acalora por César o contra César? ¿Y dónde están, hoy, los platónicos o antiplatónicos? ¿Quiénes son los verdaderos seguidores de Jesús?
En cambio, Luis Nelson está siempre vivo en nosotros, se pasea altivo y sereno por las calles de su pueblo, corre de salón en salón por el colegio que orgulloso lleva su nombre, aun se escucha el trino de su guitarra en noches sin luna, aún juega con chicos y grandes en la cancha frente a la Iglesia, aun prepara días de madre y días de amor y amistad con tanto esmero que todas parecían ser sus madres, esposas y amigas; aún reescribe de nuevo el guión para que a función en el teatro sea la mejor del mes; aún sus nudos de scout anudan corazones; aún se escuchan sus silbidos en las noches, en las tardes y en las mañanas como si fuera ayer.
Por eso, hoy en Tierradentro se ama y se respeta su legado y no hay en esa mágica tierra nadie quien lo odie. Existe una pasión por la pasión que Luis Nelson nos legó y un compromiso eterno por no dejar morir lo que nos enseñó.
Pero hoy se debe imponer una nueva idea de comunidad en favor de los descarriados, de los perdidos, de los apáticos y de los inconformes. Para que Luis Nelson viva siempre en la vida de los hombres y mujeres de Tierradentro, para que esté eternamente presente en nuestros pensamientos de cambio y progreso; es forzoso resucitarlo de vez en cuando; no para retocarlo con los colores de moda, sino para representar, con palabras nuevas y con referencias a la actualidad su eterna verdad y su historia inmutable.
Hoy, El Pedregal está lleno de sectarismos, de doctas absurdas, de laicas y sincréticos que impiden las formas de progresar, y en medio de este tiempo, las ideas de Luis Nelson muchas han sido olvidadas y una que otra la han expropiado.
Tierra de piedras y polvo
Volvamos los ojos a su tierra. El Pedregal, Inzá, Cauca, es una población construida bajo el lecho de una de tantas montañas que están empotradas sobre la cordillera Central. Ocupa una posición de privilegio que permite a muchos viajeros mirarla encima del estrecho erizado de escollos y de una variedad de coloridas piedras. A sus pies, del otro lado, la rodea casi enteramente una cortadura de la cordillera que parece un gigantesco corredor, el cual sirve de tránsito a cacharreros y dicharacheros y en épocas de la violencia a hombres y mujeres armados de machetes, carabinas y fusiles.
De la misma manera, sobre la verde montaña, un montón de casas forman una mancha de lo más de colorida, y por su simetría semeja nidos de pájaros salvajes acurrucados sobre una enorme roca. A pesar de ser un sitio estratégico, hoy nadie domina aquel territorio, solo por épocas de proselitismo político sirve de paso y descanso a unos cuantos embaucadores, saltimbanquis y en momentos de angustia existencial a uno que otro cristotraficante.
Hoy es válido recordar que el viento que proviene desde el gran nevado del Huila, sin reposo fustiga las colinas mañana y tarde, y al medio día golpea feroz las lomas desnudas y luego como por arte de magia se mete por entre los riscos tocando de vez en cuando los bordes que luego destruye armónicamente creando figuras de trazos perfectos y rítmicos. También se pueden ver hermosos y fértiles cafetales, cañaduzales y potreros por donde se logran entreverar tenues hilos de aguas cristalinas que descienden presurosas para llenar el cauce del río Negro de Narváez.
Nuestra amada tierra, inundada de fábulas y fantasías, hace muchos años tuvo el privilegio de formar una leyenda, a través de la cual chicos y grandes pueden intentar ser mejores seres humanos. Aquel singular paisaje y lo maravilloso de sus gentes sirvió de inspiración para sus magnos proyectos sociales; él, al no ser un mortal normal dejó que su mente se iluminara y con una creatividad propia de artesanos soñó con un Pedregal próspero y unido.
Desde tiempos sin nombre El Pedregal se cifra en lo sobrenatural y en lo divino, nada más especial que sus campos y veredas y de sus amplios y coloridos cielos, donde los altos y los nobles ideales justifican la ética del vivir en armonía. Lugar estético que favorece la lúdica del buen vivir, y que por ello en sus casas es capaz de dormir el infante y el anciano bajo su cómoda colcha. Pero es necesario para este pueblo de largas y brumosas tragedias que todos sin distingo alguno se hagan de la idea de vivir en paz sin recelos políticos y religiosos y recuerden los sueños de este prohombre caucano que corrió por sus suelos.
Un joven quijote
Luis Nelson aun siendo un mozalbete se enamoró de esta tierra y trabajó con todas sus fuerzas para transformar en sueños todos esos miedos que consumían taciturnos a chicos y grandes. Es por eso que a través del tiempo hemos podido evidenciar con tristeza que el espíritu de Luis Nelson se hizo carne suave y digerible para propios y extraños; se hizo sentimiento capaz de retar a dioses y demonios; se hizo fuerza vital para evitar profanar la inocencia de los niños y la belleza de las mujeres desde el aula, se hizo consigna para hombres y mujeres que bajo la fuerza de la fe y la esperanza enaltecen su legado, se hizo retórica de prohombres que conoce la fuerza declarativa del gran Soñador de Inzá.
Asimismo, se negó ser un joven rico más y cómo un verdadero Cristo se trató de regalar al desvalido, al inocente, al necesitado, y desde sus posibilidades y liderazgo intento construir una opción para ser feliz, para permitir que otros intentaran ser libres en una época donde la palabra LIBERTAD solo vivía en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.
Es un imperativo recordar que Luis Nelson se dejó perder por la magia de El Pedregal; por el terruño que vibraba en la piel erotizada de las piedras, por su santa madre, mujer de aromas celestiales; se dejó enamorar por la decisión y valentía excesiva de su padre; por la fidelidad desorbitante de las gentes a la Virgencita de Las Mercedes; se dejó fascinar por los escritos de Ricardo Quintero Nieto; se dejó permear por el coraje del Héroe de Quepí, se dejó encantar por los relatos de los abuelos y por los cuentos y juegos de sus hermanas; se dejó orientar por los sueños de poder y orden de sus tíos; se dejó ilustrar por la capacidad organizativa y por el discurso de los profesores de la Escuela Rural Mixta.
Debo de recordar a todos que su gesta fue heroica y es un imperativo contarlo a las nuevas generaciones. Su idea para propios y extraños fue quijotesca. Sin embargo, Nelson con su fuerza constructora no solo intento con gestos para comunicar su fe; ni con frases derrumbar el odio y la discriminación, ni con su tierna miradas convencer a escépticos y puritanos, ni con cordiales saludos convencer a engreídos y antisociales, ni con la fuerza de convencimiento tratar de hallar y encaminar a los perdidos; este Quijote pedregaleño quería algo más; él soñó que sus ideas se ligarían de forma armónica con la música, con la cultura, con el arte, con deporte, con las letras, con la ciencia, con la tecnología y con la educación; hoy, es mi deber como hijo de esta tierra, como seguidor de Nelson escribir para que todos se enteren que tal osado sueño se convirtió en la más grande herencia del siglo XIX para las comunidades del Corregimiento de El Pedregal, en el municipio de Inzá, Cauca.
Un legado inmortal
Por ello, el colegio que lleva con orgullo su nombre ha podido LEGAR para la eternidad un ideal de pueblo, donde la EDUCACIÓN y la CULTURA sea el motor de la formación de sujetos integrales.
Ninguna vida de Luis Nelson, así la escribiera el escritor de genio más sublime de cuantos han existido, podría ser más bella y perfecta. La cándida sobriedad de sus actos e ideas no podrá ser superada jamás por todas las maravillas del estilo, de la poesía, del cuento, la novela, la tragedia y la fábula. Y bien poco podemos añadir a lo que ellos dijeron. Cada generación tiene, en efecto, sus preocupaciones y sus ideas propias y sus locuras.
La vida de nuestro héroe está destinada a pervivir en su terruño y hoy se desprende un no sé qué de enjundia y azahar que debe repeler, desde los primeros días del 2019, estados de confort y mediocridad a todos esos seres habituados a vivir en un pueblo sin sueño y sin ilusión. Se siente un humazo de pabilo recién apagado, un hedor de incienso desvanecido y de aceite inferior que corta el aliento en las mañanas.
Su legado debe emerger por encima de los jamelgos que han desvirtuado su herencia. Repentinamente, al galope de la lírica o al trote de la elocuencia sus ideas deben vivir de nuevo.
La comunidad educativa del I.T.A. Luis Nelson Cuéllar debe evitar ese acicalamiento en el decir que sabe a arcadia purista y a modelos de escritura para las academias provinciales, ese falso calor, entibiado por una melosa dignidad de alcaldes, concejales, secretarios y coordinadores, de politiqueros, curas y pastores que solo acobardan a los más resistentes y temerarios individuos que solo anhelan seguir las huellas de sus inspirador.
Y cuando no se abisman en los misterios brumosos de la responsabilidad académica y social, muchos entre ellos docentes, padres de familia y estudiantes caen en la oratoria hipnótica de la homilía dominical. En una palabra, excusas para quien no cree en el legado de Luis Nelson, es decir, para quien, en cierto sentido, jamás podría prescindir de su legado e historia.
Vuelvo los ojos al colegio, y en este bello claustro lleno de laicos, indiferentes, artistas, deportistas, lideres, soñadores y otros más, todos se deben familiarizar con la grandeza de Luis Nelson y con las novedades de sus modernos guardianes y así evitar que su legado se extinga como un trozo de pabilo en la oscura noche de nuestra fe.
Ya para concluir, en El Pedregal muchos han introducido la tristeza y la mortificación, el odio y la división; pero Luis Nelson, en vez de eso, desde el más allá busca fortalecer a los extenuados y elevar por encima de curas y ricos a los pobres y necesitados.
Este texto escrito hoy, es una réplica, una respuesta necesaria, una conclusión inevitable, es el peso que se pone en el plato vacío de la balanza, para que de la guerra eterna entre el odio y el amor resulte, al menos, el equilibrio de la justicia que tanto soñó Luis Nelson para El Pedregal, Inzá, Cauca.
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