Leidy Patricia Vásquez Carabalí
Sigue a Proclama en Google News Estudiante de Medicina
U. de Caldas.
Durante estos días, mientras realizaba mi internado por pediatría, he tenido la oportunidad de observar un fenómeno que podríamos llamar social, consistente en el afanoso deseo de los padres de no permitir que sus hijos sientan ningún tipo de dolor.
Con respecto al dolor que puede sentir un paciente, la escuela en la que he adquirido mis conocimientos logró dejar en mí y creo que en todos los que pasamos por ella una idea muy clara y es que en la medida que debemos evitar el dolor de cada paciente y cuando se presenta nunca dejar de manejarlo.
De la misma manera lo aprendimos a ver, no como el enemigo sino como ese signo de alarma que nos indica que algo anda mal y que debemos entrar en acción lo más pronto posible.
Pero me llama altamente la atención cómo algunos padres de esta época se niegan tan siquiera a que el espéculo del otoscopio entre en los oídos de los menores, quizás el hecho de no ser madre me ha negado hasta ahora, poder experimentar que es lo que sienten los padres en esos momentos.
Tuve la oportunidad de observar cómo una madre cuyo hijo estaba deshidratado y no toleraba la vía oral, de una manera abrupta irrumpió en la sala de procedimientos del servicio de urgencias mientras se intentaba canalizar una vena para pasarle unos líquidos que pudieran hidratarlo, argumentando que ella no le iba a permitir pasar por ese dolor a su hijo, desde ese momento no he podido dejar de pensar en lo ocurrido y ese tan solo es un ejemplo de las muchas circunstancias similares que he podido observar.
Durante mi niñez, debido a cuadros de amigdalitis a repetición, requerí que en muchas ocasiones me tuvieran que aplicar benzetacil y recuerdo lo que mi mamá decía: – Bueno doctor, si eso le sirve para que se recupere tocará, y entraba y me acompañaba todo el tiempo durante la aplicación de la inyección. Y cuando la penicilina hacia su efecto también solía decir:- el chuzón es sólo un momentico y vale la pena.
Quizás por estos antecedentes me llame la atención, que aunque de la mejor manera se les explique a los padres el procedimiento que se va a realizar y para qué son, estos se nieguen completamente a ellos porque les puedan llegar a producir el más mínimo dolor a sus hijos.
Y pensaba que quizás estas actitudes tan sobreprotectoras son las que generan la incapacidad de generar resiliencia en la vida, que cada día seamos personas con menos tolerancia a la frustración, sin capacidad de manejar los problemas cotidianos porque se nos privó de experimentar tan siquiera el más mínimo dolor. De pronto no se trata de satanizar el dolor sino de brindar el mejor manejo y como padres brindar el mejor de los acompañamientos.
Leer más…
Deja Una Respuesta