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EL CAUCA LABORATORIO SOCIAL PARA LA PAZ

El lunes 10 noviembre, 2014 a las 8:23 am
Álvaro Jesús Urbano Rojas web

Por: Álvaro Jesús Urbano Rojas

El Cauca es un laboratorio social, conejillo de indias, para resolver un conflicto armado de más de cincuenta años, con la carga impositiva de asumir directamente los impactos sociales y políticos de las negociaciones del proceso de paz en La Habana; en cuyo territorio se explayan todas las tensiones sociales del desplazamiento forzado, presencia de actores armados, lucha por la tierra entre campesinos, indígenas, comunidades afro, bandas criminales y narcotraficantes.

Es evidente que el conflicto ya no se concentra en diferencias políticas, pues es el interés económico el elemento generador de la verdadera violencia, donde la población civil no puede escapar, quedando en medio del fuego cruzado.

En estas circunstancias, la agudización del conflicto social en el Cauca, tiene diferentes aristas y dimensiones: Conflicto de tierras, minería ilegal, tráfico de armas, hostigamientos a la población civil, conflictos étnicos, corrupción, politiquería, extorsión, agravadas por la decisión equivocada de tratar a las fuerzas armadas en los territorios indígenas como grupos armados irregulares, que riñen con su autoridad autonómica, por lo que exigen que de sus territorios deben salir tanto la guerrilla como a la fuerza pública.

El Cauca, como laboratorio social, arroja a diario decenas de muertos entre militares, guerrilleros y civiles, lo que hace difícil y dispendioso construir escenario de paz. Su territorio es un corredor estratégico de movilidad de armas y droga, que sirve de tráfico ilegal entre el Tolima, Putumayo, Caquetá y el Valle del Cauca. Por la influencia de la activación económica de la cuenca del Pacifico, las rutas de envío de drogas ilícitas y los canales comerciales para armamento y contrabando se consolidan en Buenaventura; de tal forma que la geografía del corredor desplegada en el departamento, cubre territorios estratégicos, no se limitan al dominio de la carretera Panamericana y las salidas al mar. En este momento, el Cauca es un corredor en disputa por los actores armados ilegales fundamentalmente por el control de la minería ilegal y tráfico de drogas.

La barbarie de las acciones bélicas se han agudizados, con mayor intensidad en los municipios de Popayán, Toribío, Villa Rica, Caloto, Corinto, Miranda, El Tambo, Argelia y Guapi. Es evidente la violación en estos municipios de los Derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario – DIH. El gobierno nacional como estrategia para flexibilizar las tensiones en la mesa de negociaciones de La Habana; desestimula y debilita a las fuerzas militares, desmontando la presencia militar que se había desarrollado en los últimos 12 años. Cuyas nefastas consecuencias se pueden resumir en cinco realidades: Aumento de la capacidad bélica de los frentes de las FARC, aumento alarmante de los indicadores de violencia en un 21.5 %, la pérdida de la gobernabilidad y la desconfianza en la justicia en las zonas de conflicto y el abandono estatal en dichos territorios. El Cauca es el escenario donde mayor presencia y capacidad militar tienen las FARC.

Los últimos días se ha incrementado los atentados contra la fuerza pública, las comunidades indígenas, la población civil y la infraestructura vial en el departamento del Cauca, la presencia de las guerrillas es histórica, hoy las Farc cuentan con varios grupos poderosos, fortalecidos militar, política y económicamente, entre ellos el Sexto Frente y las columnas móviles Jacobo Arenas y Gabriel Galvis, también hacen presencia los frentes 29, 8, 64, 30, 49 y 13. Además, el ELN en la cordillera occidental, donde se disputa el acceso al Pacífico.

Si el gobierno del presidente Santos pretende que su laboratorio de paz arroje experiencias exitosas, es su deber implementar políticas públicas de gran impacto para desmontar las estructuras de la inequidad social y de pobreza, y así erradicar los factores de violencia y la influencia criminal y terrorista en la que estamos inmersos. Tiene por tanto la responsabilidad moral, de irrumpir el círculo vicioso entre violencia y pobreza, para generar un círculo virtuoso entre calidad de vida y justicia social. Para ello, el experimento social en que nos tiene sumidos, debe sustentarse en procesos de prosperidad social incluyente, no excluyente, participativos y de alta sensibilidad social, para superar la paupérrima realidad de desesperanza, inequidad y pobreza extrema en la que están inmersos la gran mayoría de los caucanos.

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