De la “Paz Total” a la paz real

Personalmente, no creo en los anuncios de las llamadas “disidencias de las Farc” que han manifestado estar dispuestas a un diálogo en búsqueda de la paz, mientras no silencien los fusiles, se haga evidente un cese de sus acciones terroristas y que la población civil inerme deje de ser víctima directa de su proceso publicitario.
Pero igualmente, no creo, porque no hay demostración de unidad de mando y, en consecuencia, no se cumplen las decisiones de los supuestos comandantes.
Digo esto porque, tras una reunión de tres días en la vereda Playa Rica, municipio de Suárez, con una delegación del gobierno de Gustavo Petro, la guerrilla disidente de las Farc anunciaba que “el Estado Mayor Central de las Farc-EP asume el compromiso en este proceso de paz de respetar el libre ejercicio al voto y de las campañas electorales. En este proceso de paz el respeto a la vida de todos los ciudadanos, sin excepción, y de la naturaleza, están en el centro de las discusiones y de las decisiones…” y agradecían “a la comunidad de Playa Rica por su hospitalidad y el acompañamiento de las guardias indígena, cimarrona y campesina”, pero, pocas horas después de las primeras firmas, estaban asesinando personas en el corregimiento de Timba, municipio de Buenos Aires y aterrorizando con explosiones y panfletos a todos los habitantes del norte del Cauca, especialmente, a los del mismo Suárez y de Santander de Quilichao.
Una de las decisiones de Playa Rica fue que entre el 19 de septiembre y el 7 de octubre próximo, se harían ajustes a los acuerdos, protocolos, concertaciones y, dado el caso, las consultas que fueran pertinentes. Luego, el 8 de octubre, se promulgaría el decreto del Acuerdo de Respeto a la Población Civil y la implementación del Cese al Fuego Bilateral Temporal Nacional y Territorial y se instalaría la mesa de diálogos.
Pero la gente se pregunta por qué se le involucra en un conflicto del cual nada quiere saber; por qué tienen que firmar “acuerdos de respeto a la población civil”, si ese es un derecho universalmente reconocido; por qué no se respeta por derecho propio a niños, ancianos y mujeres que son sus primeras víctimas; la gente se pregunta si merece y es necesario seguir padeciendo el indescriptible dolor familiar que causan, hasta cuando inicien la negociación de paz en Tibú, región del Catatumbo, Norte de Santander.
Creo que el principal desafío de este nuevo proceso de paz, desde ya, y para que tenga credibilidad y apoyos, antes de hablar de cese al fuego entre los combatientes, antes de abordar “convenios” sobre las economías ilegales, antes de dialogar sobre distribución de tierras y el medio ambiente, antes de debatir los protocolos, antes de todo, es garantizar la vida de todos los ciudadanos inermes en las ciudades y en los campos. Eso no debe negociarse, y en ese respeto obvio, humanitario, en la indiscutible defensa de la vida humana es donde debe radicar el inicio de cualquier diálogo, más, si se trata de “diálogos de paz”, en búsqueda de una paz real, así no sea “total”, por quimérica.
Sin embargo, hay que exaltar el gesto de buena voluntad que se dio cuando los ilegales anunciaron que en los próximos días liberarán a varios militares que permanecen secuestrados y que se comprometen a respetar las elecciones territoriales del próximo 29 de octubre.
Pero también la gente espera que este Gobierno se toque, que se baje de la nube, que se comprometa, que cumpla, con “menos discursos y más acciones”, como dice un representante a la Cámara del Cauca, que ratifica: “con una implementación efectiva del acuerdo del teatro Colón… no es expandir el virus de la vida por las estrellas del universo, es el compromiso de trabajo sobre una agenda acordada…”.
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