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DARÍO MAZUERA

El lunes 2 marzo, 2009 a las 6:33 pm
Lunes 2 de marzo, 2009
De: Mario Pachajoa Burbano

Amigos:

Colección J J Herrera.
Darío Mazuera es un personaje del Gran Cauca que se encumbró siendo uno de los militares que acompañaban a Julio Arboleda durante la revolución de 1860, deportado por varios países, por criminal y aventurero y que finalmente murió fusilado, como un héroe. Los historiadores de su tiempo se expresan de él en diferentes formas, inclusive relatan historias inverosímiles y sanguinarias.

Se cree que Darío Mazuera nació en fecha no determinada en Cartago, ahora Valle del Cauca. Sergio Arboleda (1822-1888) relata que «En el norte del Estado, un joven entusiasta, de actividad y de talento, Darío Mazuera, llegó a deslumbrar al Comandante en Jefe, Julio Arboleda, que creyó hacer un hallazgo en persona de tan buenas cualidades, cuando se sentía tanto la falta de hombres, y lo hizo, primero, Gobernador de Buga, después de Palmira, luego Teniente Coronel Comandante de una Columna, y al fin Comandante General del Departamento Militar del Norte. Este joven sacaba muchos recursos pecuniarios y tenía el don de engañar y de parecer popular en los pueblos mismos en que estaba cometiendo violencias, para sacar dinero que en la mayor parte aplicaba a sus propios gastos que no eran nada moderados».

José María Quijano Wallis (1847-1922), quien es el historiador que más detalles da de Mazuera, en sus Memorias autobiográficas escribe que «… desplegó en Palmira sus instintos sanguinarios, su audacia incomparable y su energía felina. Alguna vez en esa población, en un momento impulsivo y de mal humor, hizo sacar de la cárcel un grupo numeroso de prisioneros políticos y, sin fórmula alguna, los hizo fusilar en la plaza pública, mandando él mismo la escolta para la ejecución. Y como ésta ejecutó varias otras fechorías, según lo refieren las crónicas».

Fueron tantos los crímenes de Mazuera que el 7 de febrero de 1862 fue dado de baja en el ejército por el mismo Julio Arboleda, quien le otorgó pasaporte después que aquél le hablara en «términos atrevidos y amenazantes».

Cuando huyó del Cauca se refugió en Lima y entre 1863 y 1865 se convirtió en la persona de confianza del general Juan Antonio Pezet, presidente del Perú … luego Mazuera se instaló en Chile donde, vivió por algún tiempo «de la intriga, del chantaje y de las artes de los caballeros de industria», hasta que fue expulsado por las autoridades … Instalado en México se puso al servicio del general Antonio López de Santa Anna, ex presidente, convirtiéndose en su secretario privado y su hombre de confianza.

En Nueva York estableció relaciones de amistad con el escritor Rafael Pombo (1833-1912) y le prometió darle sus «Memorias» para que fueran publicadas. De allí debió huir apresuradamente con destino a París, a donde llegó el 17 de mayo de 1867. Allí lo conoció Florentino Vesga, amigo de Pombo y redactor del importante periódico Diario de Cundinamarca, quien trabajaba en la Legación de Colombia que estaba a cargo del general Santos Gutiérrez.

En París la vida de Mazuera, fue la de un «rico libertino». Conoció a importantes personajes: Alejandro Dumas, el filósofo Julio Simón, quienes plasmaron sus autógrafos en un álbum en el que Mazuera coleccionaba las firmas de los principales literatos y personajes de la época. En compañía de Vesga visitaba diferentes lugares y en uno de ellos dieron con una anciana que leía cartas. Mazuera solicitó que le leyera la suerte. Las cartas le mostraron un destino fatal: su fin estaba cercano y sería sangriento, e impresionado, confesó a su acompañante que era perseguido por la policía que desde Estados Unidos le solicitaba en extradición y que temía por su vida. Vendiendo su libro de autógrafos pudo salir de Francia antes de ser apresado.

Huyendo Mazuera viajó a La Habana completamente pobre. En el malecón encontró a Fernando Escobar, un médico muy distinguido y amigo suyo del Estado del Cauca. Mazuera le exigió diez mil pesos bajo la amenaza de divulgar su delito de bigamia, pues dicho médico era casado en Santiago de Cuba, a pesar de que su primera esposa vivía en Cali. Escobar denunció a Mazuera como un terrible revolucionario y criminal colombiano ante las autoridades coloniales de la isla, quienes lo desterraron y lo pusieron en un vapor que partía para México y lo arrojaron en las playas de Yucatán.

Se estableció en la ciudad de Mérida, con el apoyo y protección de Francisco Altamirano, un literato de la localidad y opositor al gobierno. Al parecer Mazuera, según su protector, quería dedicarse a «reparar las faltas de su vida». En junio de 1867 los republicanos derrotaron al emperador Maximiliano y se inició una serie de represalias con aquellos que apoyaron la monarquía. Mazuera fue encargado de la dirección del periódico Combate, desde el cual se había llamado a la guerra civil contra la monarquía. El 14 de agosto de 1868 Mérida cayó en manos de las tropas enemigas comandadas por el coronel José Ceballos, quien hizo apresar a Mazuera y a Altamirano como conspiradores.

En la cárcel, Altamirano consideraba que el colombiano no corría ningún peligro dada su condición de extranjero y de neutral. Pero Mazuera consideraba que había llegado el momento de «entregar vencido el pensamiento, como se ha entregado vencido el cuerpo» y llevado por el remordimiento de sus crímenes, ofreció la salvación a su amigo y protector, pues lo autorizó para que en el momento en que fueran llamados para ser fusilados él diera su nombre como suyo y de ésta forma pudiera conservar la vida, mientras daba aviso al consulado colombiano.

Con algunos temores de conciencia, Altamirano obedeció a su amigo no sin antes recibir su testamento escrito: «Si mi vida ha sido estéril, no lo será mi muerte, que ella contribuya a la felicidad y al amor. Tenga como premio, a lo que es más bien hastío que sacrificio, un bondadoso recuerdo. Quiero que mis cenizas descansen en la Patria, cerca a las de mi Jefe en la guerra de 1860. El cofre que guarda mis Memorias, a Rafael Pombo; la noticia de mi muerte, a Florentino Vesga».

Poco después, sin que alcanzara a llegar la ayuda de los funcionarios de la Legación Colombiana, Mazuera sufría la muerte sangrienta que le predijera la anciana en París. Era el 6 de febrero de 1869, y sus últimas palabras fueron: «Señores, ¡Aquí morimos varios inocentes! ¡Que nuestra sangre caiga sobre los malvados!». Las memorias de Mazuera fueron entregadas a Pombo y sus cenizas fueron enterradas cercanas a las de Julio Arboleda.

Cordialmente.

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