Medica y cirujana – U. de Caldas.
No soy feminista, ni mucho menos machista, no me gusta militar en los extremos porque los considero nocivos en todas las esferas.
Quiero contar una infidencia de mi consulta, y espero no estar haciendo mal, más vale todo lo contrario.
Es un comentario carente de estudios estadísticos concienzudos pero para nada salido de contexto de la realidad de nuestro país. Desde que vi la primera paciente con las características que ya se mencionarán, la preocupación me ronda continuamente.
Me arriesgo a escribir esto y asumo la responsabilidad sin dejar de pensar que las generalizaciones y las estereotipaciones son perversas, siempre me ha parecido que vivimos en una sociedad con muchos rasgos machistas y que estos tienen una fuerte expresión dentro de los diferentes grupos étnicos de nuestro país.
Esta carga de machismo es considerable, siendo nosotras, las mujeres, quienes nos hemos encargado de trasmitirlo por generaciones, y pertenecer a sociedades expertas en incubarlo.
Son 6 mujeres, en este caso afrocolombianas, en un lapso de 15 días y como les decía, desde que vi la primera quede horrorizada, con marcas en su cuerpo y cuando digo marcas debería escribirlo con mayúsculas debido a esa particularidad de cicatrización queloide con la que contamos en algunos grupos étnicos, pero lo peor ha sido la respuesta que he recibido al indagar por estas cicatrices, que no son producto de ninguna intervención quirúrgica terapéutica, son producidas por sus esposos o como dicen ellas: – del señor con el que convivo; algunas tienen cicatrices por armas cortopunzantes, otras por arma de fuego, otras por golpes.
Estas mujeres llevan en sus cuerpos una realidad latente de nuestras comunidades y del país entero, el machismo.
Estos cuerpos hablan por sí solos, no dan cabida a refutaciones, solo hacen un llamado encaminado en varias direcciones, pareciera que la primera estuviera dirigida a nosotras mismas, a las que desempeñan el papel de madres, ya que son las matrices y las que tienen una participación directa en el moldeamiento de lo que seremos en un futuro como seres humanos, cortando esa cadena de ideas erróneas, en que se les valora la hombría por la cantidad de mujeres que se tengan, que deben conseguir una esposa para que les mantenga la casa limpia, la ropa limpia, les crie a los hijos entre otras; cambiar la dinámica machista también es asunto de nosotras.
Otro de los puntos del llamado es a nuestro Estado, que debe tener unas políticas encaminadas a que el desarrollo de cada ser humano se haga dentro del marco de la igualdad, respetando la diferencia. Y que individualmente reconozcamos el problema dándonos cuenta que esos cuerpos marcados son producto de la incapacidad de poder sacar las frustraciones a través del dialogo, es tener la idea de que con la violencia se logra imponer, lo que perfectamente se puede hacer hablando, que da más hombría golpear que abrazar, y creer que no existe otra forma de expresar los sentimientos, quizás si les enseñamos a llorar a nuestros hombres se disminuyan la cantidad de cuerpos marcados que calladamente cuentan que el machismo es un mal que aún no hemos podido desaparecer.
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COMENTARIO:
Hola, doctora Ley Patricia: Salud.
Qué grato encontrar mujeres que dicen lo que sienten con madurez, tino y valentía. Es la segunda vez que la leo en Proclama. Qué bueno contar con una colega que difunde sus ideas y contribuye a la culturización y educación de la comunidad con sus comentarios muy al día.
Un abrazo,
Leopoldo de Quevedo
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