Jueves, 23 de marzo de 2023. Última actualización: Hoy

Cuando este pueblo estaba chiquito

El lunes 6 febrero, 2023 a las 3:51 pm
Teatro Paz - Santander de Quilichao

Cuando este pueblo estaba chiquito (Cuento).

Felipe Solarte Nates

-¿Quiere conocer la otra cara de la moneda, la versión real de los recuerdos… no la endulzada que echa ese man al que le dicen Pipo, que se las pica de escritor porque publicó un cagado librito?… dizque para recordar lo “sabrosa que era la vida de la infancia cuando en este pueblo no pasaba nada y se podía jugar fútbol en las calles porque no había carros y sólo dos televisores” y etcétera y etcétera… no hermanito… yo le hablo de lo que huele a feo… cuando en este pueblo en la mayoría de barrios de las afueras no había agua ni alcantarillado y la mierda circulaba por las acequias a orillas de las calles embarradas en el invierno o llenas de polvo en verano, en medio de la basura regada por todas partes y los muchachos éramos cagada y peleábamos con los riquitos del centro y robábamos… aunque viéndolo bien, no pasábamos de las chichiguas… como los tarros llenos de dulces y chocolatines que nos alzábamos después de habernos coleado subiéndonos por un poste en el teatro Paz… aprovechábamos el intermedio de las películas de gladiadores romanos, la guerra mundial, charros mejicanos y de vaqueros que daban en matiné, cuando se amontonaba la gente a comprar mecato… con disimulo destapábamos los tarros de dulces y abríamos las vitrinas para robarnos las barras de chocolate… también en el hotel Central, aprovechando que doña Ana Julia estaba entretenida oyendo las radionovelas… o los helados que yo metía en mi caja de embolar cuando aprovechaba que la viejita o Franco, estaban de espaldas, acomodando las botellas de vino en las vitrinas y los frascos de aceitunas y latas de sardinas en los estantes… sí hermano… recuerdo que mi papá lo único que hacía era hijos… porque de resto se lo pasaba tomando trago con la poquita plata que se conseguía lungueando en la galería… cargando mercado o bajando bultos de los camiones… de vez en cuando se aparecía con una chuspa con carne huesuda, papas, plátanos, yucas… menos mal que la comida era abundante y barata en ese tiempo y en los potreros y solares de las casas podíamos cosechar las guayabas, mangos, nísperos, zapotes y naranjas que se pudrían en los árboles y el suelo y a veces arriábamos con una gallinita extraviada de su patio para el sancocho y en el río se podía pescar… pero lo que era para pagar el arriendo, los servicios, la ropa y los zapatos… ¡nanay cucas!… a veces a mi mamá le regalaban camisas y pantalones de sus hijos que habían crecido en las casas a donde iba a lavar ropa… nosotros también aprovechábamos para llevarnos cualquier pantalón y camisa mal puestos en una tolda de la galería o almacén donde daban papaya… siempre estábamos alertas con los amigos de la gallada y yo me rebuscaba con mi caja de embolar, junto con el negro Tusi… Cuando crecimos y nos empezaron a gustar las muchachas teníamos nuestras novias… pero como en ese tiempo las ‘muchachas decentes’ no se podían tocar, pues nos íbamos para la zona a ver las putas y echarles piropos y después a juntar plata para dejar ese virgo… ya cansados de tanto hacer competencias entre nosotros… haciéndonos la paja para apostar cuál se botaba más lejos pensando en nuestras tragas en pelota o en las tetonas de Sofía Loren y Lucha Villa que salían en las películas … después se pusieron de moda las ‘vacamuertas’ cuando algún amigo enamoraba a una hembrita que trabajaba de manteca en una casa y se la comía y a ella le quedaba gustando y más, cuando no tenía otra diversión que pichar después de tanto hacer oficio en las casas y nos invitaba a los amigos a que de noche lo siguiéramos a la orilla del río, en medio de las raíces de los samanes, o a un potrero cercano, en el colchón verde’ para que cayéramos después de él… imagínate lo cochinos… comiendo embolado de cinco y más y sin condón que era lujo de ricos… casi siempre las hembras se prestaban y hasta organizaban las filas de acuerdo a cómo le gustara el muchacho… al más feo o al que le caía mal lo dejaban de último… eso era una recocha… recuerdo que esperando turno al que estaba encima le echábamos pasto, hojas secas, saliva y hormigas en medio de las nalgas y con el suba y baje de la emoción eso parecía que estuviera mascando con el culo… que risa… en esa época no era como ahora que los pelados ya están hueveando con sus noviecitas mientras juegan o hacen las tareas en sus casas o están en una fiesta o en un paseo… ahora es natural que estén tirando desde temprano y con mayor razón alborotados por el cine, la televisión y el internet… por eso uno ve tanta peladita de doce, trece catorce años preñada, hasta por los padrastros y familiares… hoy si está muy verraco ponerse a levantar familia… Yo no sé cómo me ajuicié y hasta terminé el bachillerato nocturno en el Técnico… tantas cagadas… sobre todo cuando nos hicimos amigos de los más vagos de la gallada del centro… recuerdo que me amenazaron con llevarme a la correccional, después que nos pillaron haciendo daños y robando el mecato y la plata que encontramos en la tienda de la Escuela Libertadores… el que la embarró fue ese hijo del Dr Mendieta, el juez, cuando nos metimos a la oficina del rector y encontró un frasco de tinta china que se lo regó a los mapas y fotos de los rectores y próceres que había en el salón y después se llevó unos libros que le gustaron… algún vecino lo reconoció y al hijo del Dr. Pérez, que estudiaba conmigo en la escuela Tello, y allá fueron a reconocernos… cuando estábamos desyerbando las eras en la huerta escolar donde habíamos sembrado tomates y zanahorias… recuerdo que cambiaba de colores y me hice el huevón mientras arrancaba unas hierbas y pasaban al lado mío mirándome… menos mal que el día de la embarrada llevaba una cachucha que me había encontrado y se me quedó enredada en una rama de un guayabo, cuando a la carrera nos descolgábamos desde la tapia de la escuela al sentir que intentaban abrir la puerta principal… ese hijo del Dr Mendieta sí era bien vago… Corrientazo le decíamos… aprovechando la pinta, era él que más mantecas levantaba… madrugaba desde las seis de la mañana y se robaba la remesa, los cubiertos de plata, los libros, las porcelanas y se iba de la casa sin desayunar, no iba a almorzar ni a comer… retacaba en las toldas de la galería y llegaba de noche… me acuerdo que por lo callejero, el papá lo esperaba con un perrero para darle y cuando las cuerizas no fueron suficientes, de castigo lo amarró con una cadena a un pilar de la casa, al lado de la del perro, para que no se saliera a vagar con nosotros… ese verraco con el hermano, habían hecho una casita de madera en el copete de un árbol de níspero que había en el patio de la casa y allá se trepaban y hasta dormían cuando el papá los iba a castigar… eran otros tiempos… otras travesuras que no contó ese man de Pipo en ese librito chimbo en el que sólo cuenta ‘guebonadas’ de cuando este pueblo estaba chiquito… después le sigo contando la realidad y otras historias de la vida hermano.

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