La política, «arte de gobernar a los pueblos», no merece ya ningún aval de la conciencia pública mientras los funcionarios no sean de verdad ciudadanos honorables, comprometidos con la transparencia de los sucesos que están bajo su administración.

   Siempre he dicho que a este mundo no lo cambiarán los reyes de la tierra ni la «política» que empodera sus arcas, manías de poder y delirios de grandeza con regímenes confundidos con la única trilogía viable para los ojos de este mundo: lo económico, lo político y lo social; tres personas distintas y un solo diablo verdadero.

   A este mundo sólo lo salvará la emergencia de un Hombre Nuevo, con valores estrictamente espirituales, dorados por la verdad, la generosidad y la ausencia total de egoísmo personal; comprometido únicamente con el bien común, ajeno a todo vandalaje por ventajas y el absolutismo del poder.

    Sólo este Hombre Nuevo salvará a mundo con su incontaminada conducta y visión de las cosas, pero este ser utópico es tan sólo un proyecto del mejor y más noble de los ideales humanos, y esta persona creo que no ha nacido aún en esta realidad marcada exclusivamente por el materialismo de los valores existentes en el mudo.

   **RVQ**

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