“La forma casi secreta, taimada y oculta en que se dispuso el alza —del sueldo de los congresistas— le agrega un tinte siniestro al asunto, y es como una carcajada de burla a las necesidades del colombiano de alpargata”.
En medio del drama humanitario de los compatriotas expulsados de Venezuela, tan execrable como el de los colombianos desplazados por la violencia, para y guerrillera, de los últimos años y váyase a saber si aprovechando ese estado colectivo de atención hacia la frontera, nos han sorprendido con dos asuntos que no tienen presentación alguna, y que de alguna forma constituyen un grave irrespeto a las condiciones económicas y emocionales en que vivimos los colombianos. Uno tiene que ver con el aumento del sueldo de los congresistas en dos millones de pesos, que, sin duda, resulta un insulto, al pueblo-pueblo, cuyo salario -si es que logra tenerlo- , sólo llega a un poco más de seiscientos mil pesos, los que cada vez alcanzan para comprar menos cosas, en la medida en que sube el patrón-dólar, y por supuesto, con unas perspectivas muy sombrías en el futuro escenario de un crecimiento -al debe- para el próximo año, como lo señalan los expertos. La forma casi secreta, taimada y oculta en que se dispuso el alza, le agrega un tinte siniestro al asunto, y es como una carcajada de burla a las necesidades del colombiano de alpargata. El otro tema tiene que ver con los últimos anuncios oficiales sobre el proceso de paz, que en lugar de aclarar las cosas, lo que han hecho es enredar y ensombrecer el escenario, por las declaraciones encontradas del alto gobierno. No puede entenderse a la luz de la sana lógica que el mecanismo de refrendación a los acuerdos en La Habana propuesto por el propio presidente Santos hace varios meses, hubiera sido el Referendo, que es la aprobación popular o no en las urnas y ahora resulte descalificado por considerarlo inconveniente, un suicidio, ha dicho, según el mismo mandatario, sin mayores explicaciones. En estos momentos el gobierno está presentando al Congreso (algún malicioso diría que esa es la explicación de tanta generosidad) un proyecto de Acto Legislativo para otorgar facultades extraordinarias al presidente con el fin de crear una Comisión Especial, en que tendría cabida la guerrilla para darle aprobación final a los acuerdos. Pero no se ha dicho nada sobre si la guerrilla asistiría a dicha comisión en armas, lo cual sería un exabrupto de hecho y de derecho y otro insulto a los colombianos, o si sería una condición indispensable (sine- qua- non, dicen los abogados) que se haya decidido su entrega primero, como lo indica la lógica. Mejor dicho, del secretismo que ha rodeado a las conversaciones, lo cual por supuesto se entiende hasta cierto punto, se ha pasado a un berenjenal de la Madona, que nadie logra explicar, ni siquiera los mismos expertos. Y volvemos al principio, Juan Pueblo parece ser que solo será un invitado de papel, sentado en la banca de suplentes. La mayoría del pueblo colombiano le apostó a la paz, pero en los tramos finales necesita claridad absoluta, so pena de que irremediablemente acepte -o en el peor de los casos, direccione- otro fatal fracaso de nuestra historia.
(x) Analista Internacional.
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