
Rodrigo Valencia Q ©
Con Lilli Palmer, Romy Schneider y Therese Giehse, la bella Romy hace de Manuela.
La disciplina es recia; sin embargo, el tono marcial de la lengua alemana es una nota de plasticidad musical. Los corredores, recintos, todo, tienen un atractivo escueto conventual. La trenza de Manuela es espesa, el mejor oro no se le compara; y nada opaca ese rostro de gracia elegante, juvenil, de radiosa presencia.
Rigurosas reglas son típicas del internado; las chicas son un compacto grupo de hermosuras; todo funciona como máquina, las tiernas muchachitas obedecen. Orden y limpieza redundan; todo parece un batallón en marcha, y el coro suena a perfección. Hasta las «buenas noches» es un ritual de elegancia, con su beso en la frente. La clave: «Mujeres obedientes, buenas esposas». La superiora es tan grave como todo su continente personal; es la autoridad-palabra hecha mujer.
El amor de Manuela hacia la maestra crece internamente como una flor; pero «no estamos en la tierra para ser felices, sino para cumplir nuestro deber» (Bismark). Y repentinamente cunde el escándalo. Una época pacata como aquella, ¿cómo podría aceptar semejante revelación? Y el drama, entonces, procura su tormenta.
Co-producción alemana-francesa de 1958, dirigida por Géza von Radványi, trata este tema con sutileza y maestría; ningún detalle parece fuera de lugar.
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Ver la película en: https://www.youtube.com/watch?v=EQZWzLyx-GM
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