
Gustavo Álvarez Gardeazábal.
Por cuarta vez consecutiva a la Superfinanciera, encargada de vigilar los manejos de las instituciones financieras del país, la cogen con los calzones abajo. Por una terquedad infinita o por no haber aprendido de la sanción que por 10 meses le puso la Procuraduría cuando el descuido de Interbolsa, han vuelto a caer con el caso de Estraval.
Fidupais es una fiducia que debía haber sido vigilada por la superintendencia. Desde fines del año pasado está en liquidación voluntaria luego de una crisis interna en donde los dueños de Estraval le compraron a los socios que se retiraban dando portazos y la Super no dizque se enteró.
El crucigrama de Estraval, que la Supersociedades, no la Financiera, acaba de destortillar, se fundamentaba en Fidupais. Como sucedió en otros casos similares, la fiducia pivoteaba las platas que le llegaban a Estraval desde cooperativas, factoring y captaciones que hacían aparecer como préstamos respaldado por pagarés.
La ley tiene muchos vacíos y el crucigrama de Estraval los usó. No le toca a la Superfinanciera vigilar las platas del factoring ni las que se prestan o captan a través de cooperativas. Pero si le tocaba autorizar la venta interna de Fidupais, a su junta directiva y revisar el origen del flujo de sus fondos.
Por alguna razón que cada vez se sospecha más, esa vigilancia no se hizo bien sobre Fidupais y les volvieron a meter gol cuando habrían podido atajarlo con solo tener olfato de perro tonto. Quizás los accionistas verdaderos o los miembros de junta eran poderosos y mirar hacia otro lado no es delictuoso.
El resultado ya se sabe, y se advirtió en esta columna. Lo que debe juzgarse es como por cuarta vez a la Superfinanciera la cogieron con los calzones abajo.
17 JUN, 2016 / Publicado en ADN.
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