Por Hernando Ayala
La verdad del periodismo, la de los hechos reales en una sociedad, trasciende las necesidades particulares de cada actor en una coyuntura histórica. Una situación de guerra con la enajenación propia de los instintos, convierte en víctima a quien no toma partido. Por encima de quienes disparan y sostienen un conflicto están la vida, la ley, los derechos.
Un Estado de Derecho en una democracia real decente, no es el gobierno. Estado y gobierno no son sinónimos. Un Gobierno es parte del Estado desde un rol de dirección, con mayores deberes como mandatario (receptor de un mandato a cumplir) y su límite es la igualdad de derechos de todos los demás actores, con roles y funciones que deben llevar a cabo con plena subordinación a la Ley.
Elemental, por encima de los diversos actores de un Estado hay unos bienes supremos a los cuales se deben quienes declaran acatar la verdad de la vida libre en democracia. Todos por igual y con mayor celo los responsables del poder público. Estos juran cumplir a la confianza recibida y defender esos bienes supremos colectivos. Quién mayor libertad y mayores derechos ejerce, mayores deberes debe cumplir.
La moda para la mayoría hoy en Colombia es, obedecer no a los bienes supremos enunciados, sino a quienes se han declarado por encima de la Ley y de los Derechos reconocidos por el género humano, los que determinan la igualdad de todos los asociados sin excepción, para la convivencia civilizada en paz. Las reglas supremas del juego democrático están quebrantadas por el ejercicio vicioso del poder de quienes revestidos de legalidad alardean con la capacidad para cambiar la ley cuantas veces sea necesario a fin de someter e imponer. Los principios están vulnerados de antemano en el extremo adverso por la barbarie de quienes cometen atrocidades agazapados desde la ilegalidad, con blanco especial en los débiles, con su accionar al margen de la ley. La perversión total. «Parafilias del poder», depravación de la política degradada por los miedos que hacen buscar el mal menos indeseable. Época de irracionalidad y pánico colectivo, usado para manipular y capitalizar fobias y odios.
A ninguno de esos le debe lealtad el periodismo. Los pregoneros de la «moda política» construyen todo tipo de argucias, estigmatizando «periodistas desobedientes», para exigir lealtad-toma de partido del periodismo por quienes tienen la legalidad. Aún si el gobierno y cada actor del Estado, ejerciera con un excelente legítimo aclamado su rol sin quebrantar la ley ni incitar a burlarla, (falsos positivos etc.) aún así, la lealtad del periodismo no es con ningún actor en particular. Menos cuando alta política, grandeza, no hay.
La lealtad del periodismo es con los bienes supremos de la sociedad que trascienden las necesidades de cada individuo independiente del rol, función o cargo que posea. El deber ser, la lealtad del oficio periodístico es estar del lado de la vida, de la Ley que está por encima de todo ciudadano desde el más poderoso hasta el más humilde, y del lado de los derechos que determinan la igualdad de los seres humanos. Ningún interés ajeno puede pretender subordinar al periodismo para quebrantar esa lealtad con el bien supremo de la sociedad. Por ningún actor hay que tomar partido a costa de los valores trascendentes de la vida en libertad. Ahí está la ética del periodista. No en la obediencia ni subordinación a las órdenes de ningún poder.
Hernando Ayala, blog: Periodismo en Desarrollo Humano y Social, Derechos, Diversidad y Autonomía. Comunicación y Gestión Informativa enfocada en Desarrollo Social Inclusivo, Gestión del Recurso Humano Diverso, Inclusión Laboral. prensasocial@sociedadparatodos.org
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