(Sin saber si acepta o no el premio)

Por Leandro Felipe Solarte Nates
Inclinado desde pequeño a leer revistas de historietas, cuentos y novelas, mi cercanía con la poesía no pasó de estrofas rimadas que nos leían profesores en medio de tediosas clases de español y de las populares con historias de gauchos cuchilleros que en las plazas públicas escenificaban algunos culebreros antes de sacar boa y pomada que cargaban en la maleta; o las que muy ocasionalmente escuchaba en voces de declamadores profesionales como Berta Singerman y Fausto Cabrera que veía en la infantil televisión colombiana con radioteatros en vivo, basados en obras literarias de autores como García Lorca. Sólo a inicios de los 70 en medio de lecturas de historia, economía política y filosofía signadas por el “materialismo dialéctico e histórico”, que marcó nuestra generación, fue cuando empecé a escuchar las canciones de Serrat sobre poesías de Antonio Machado y Miguel Hernández y me interesé por leer sobre estos y otros autores que también habían sido musicalizados, en voces de Víctor Jara, los Quilapayu, Paco Ibáñez, Violeta Parra, Mercedes Sosa, entre otros y cantautores como Horacio Guaraní, Atahualpa Yupanqui, Facundo Cabral y también me enteré que en Gringolandia, haciéndole banda sonora a la generación de hippies que luchaban contra la guerra del Vietnam y pregonaban la paz y hacían libremente el amor, entre los Beatles y the Rolling Stones, había un loquito de guitarra, eloina y voz gangosa, llamado Bob Dylan cantándole a los tiempos cambiando.
“Cuantas veces deben volar las balas del cañón/ antes que las prohíban por siempre
La respuesta mi amigo está flotando en el viento.
Cuántos caminos debe un hombre caminar/ antes que lo llamen hombre
La respuesta mi amigo está en el viento.
Cuántos oídos debe tener un hombre/ antes de escuchar llorar a la gente
La respuesta mi amigo está flotando en el viento.
Cuántas veces debe levantar la vista un hombre/ antes de poder ver el cielo
La respuesta mi amigo está en el viento.
Cuántos años debe existir una montaña/ antes de sumergirse en el mar
La respuesta mi amigo está flotando en el viento”.

Dario Fo
Coincidencialmente con la muerte del dramaturgo Dario Fo, el primer payaso a quien le dieron el Nobel de Literatura, según su propia declaración, acaban de otorgárselo al trovador Bob Dylan, alborotando más que en otras ocasiones el cotarro de críticos, académicos y escritores que no le pegaron ni al premio seco de sus apuestas y pregonan a desgarradas voces, que está vez los suecos le metieron una poderosa carga del hoy casi inofensivo invento de su mecenas, al prestigio del premio establecido con su fortuna para purgar su arrepentimiento, después de haberlo puesto en manos de esos locos con pantalones cortos y marcadas tendencias autodestructivas, que años más tarde descubrirían los potenciales apocalípticos del átomo y viven jugando a tirárselo entre ellos, si el mundo no gira como quieren, tal como ahora hacen Putin y Obama en Siria, reviviendo fantasmas de los 60 y la ’guerra fría’ que inspiraron las canciones con mensajes vigentes de Bob Dylan y que esta vez con más sentido político y yendo a las raíces rítmicas y orales de la literatura universal quisieron premiar, evocando a Homero, el cantar de los cantares, el del Mio Cid y muchas cantigas y romanzas que viajaron con los trovadores de la edad media y a lo largo de la historia se han expresado con sus particularidades culturales. El baloto del Nobel le cayó a Dylan. Para 2017 “la respuesta mi amigo está en el viento”.
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