Estas vías del Huila.
Diógenes Díaz carabalí.
Significa la pobreza de nuestra gente; la óptica de trato discriminatorio con que miran esta parte de la geografía, que para los ojos del poder central está medida en kilovatios como el único recurso que parece poseemos: La idea es llenar el río Magdalena de presas. El resto no importa. Ni siquiera la calidad de su agricultura; la despensa que es, con productos de alimentación básica; su ganadería; su potencial en producción de animales menores. Nada de eso importa, por eso no asignan recursos para el mantenimiento de las vías; parece que los únicos que se enteran de esta situación son los buses destartalados que circulan, los conductores malgeniados que hacen piruetas para transitarlas; los sufridos pasajeros que gastan siete u ocho horas en un trayecto de cien kilómetros.
Son las vías del progreso con nombres rimbombantes: “La ruta del Libertador”; para significar la desidia, la mala calidad de una ingeniería irresponsable, la eternidad de una obra mal planeada, mal hecha. Tres vías que llevarían al Huila al Pacífico, trochas para lomo de mula por donde se aventuran automotores con vida útil agotada, que van como horno de ladrillera lanzando tóxicos por áreas protegidas, que ponen en riesgo vidas humanas no pocas terminadas en lo profundo de un zanjón. Pero eso no importa, no hay plata, no hemos destinado presupuesto, durante tres años no han tapado un hueco. Si tuviera vergüenza el director de Invías hace mucho tiempo habría renunciado, los puestos públicas no son solamente para ganar un sueldo.
Que va a saber el ministro del Transporte, un hombre de la sabana, que le interesa la comodidad de la gran producción, la que limita con los ingenios, con las grandes ciudades donde están los emporios económicos, por donde circula la agroindustria, la gran manufactura. Por estas vías del Huila, por donde va la comida de los pobres, la ropa del estrato uno, el campesino con su costal de víveres, el indio con la mochila de chachafrutos, la vieja con el cesto lleno de arracacha, no importa; esos tales merecen esa vida, son unos fracasados, no tienen proyectos de vida más que la pobreza y allí deben quedarse.
Bonito así: viajar en un bus destartalado de Sotracauca, de Coomotor, de Cootranshuila; viajar en una camioneta doble cabina de cootrasnplateña, como si fuera un bulto de papas junto a gallinas, cerdos, meter cuarenta pasajeros en un vehículo con capacidad para veinte es lo más normal del mundo en un área de esta geografía donde no hay ley ni orden, tanto que un territorio del Huila, el más rico en diversidad, es administrado por el Cauca. La mediocre educación, los pésimos servicios de salud, la falta de autoridades de policía, el mantenimiento de los caminos de herradura son pesimamente atendidos el Cauca, que por apetitos electoreros se ha apropiado de una región que el Huila nunca ha medido como su proveedor de su agua, de su aire, de su clima.
Da pena tanta desidia. Pagada por gente que resiste en santa paz su discriminación por el solo hecho de vivir en el fundillo del mundo; que reposa en la mitad de siglo pasado, apenas con una economía de subsistencia, gracias a que nunca le han brindado una oportunidad.
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