“Donde cayó Camilo nació una cruz”. Víctor Jara.
A tres bancas aquel día estaba, en que todavía era cura con sotana, viniendo con una voz nueva, que no gustaba a la curia bogotana.
Estaba caído hacia el lado izquierdo de su hombro, cuando terminó la cinta, encendiéndose las luces del Cine Club Colombia, de Hernando Salcedo Silva, que funcionaba los miércoles. Aquel periodista cultural y cinéfilo, al que también oía por la Radio Nacional, que con la HJCK, «el mundo en Bogotá, para una inmensa minoría”, representaba lo mejor de la radio, como son hoy la emisora UN-radio, la Javeriana y la Tadeo Lozano.
Y minoría éramos todos, los que esa noche asistíamos a la película en blanco y negro, sobre un cura perseguido por los Cristeros mexicanos, que como los anarquistas españoles de la Guerra civil, querían acabar con los hábitos.
Recuerdo al personaje: un joven curita, huyendo de las huestes de Plutarco Elías Calle, el presidente mexicano Cristero. Porque ese otro de su mismo nombre, pero Ramírez, era un poeta del Cauca, que quería morir en la revolución, manifestándose en uno de sus versos: “Me moriré de pueblo y de combate / de batalla campal y encarnizada (…)”. Pero que en vez de este sacrificio, terminó sus días en La Habana, de cáncer estomacal por tanta hambre aguantada en Bogotá, cuando llegó aquí en los 50’s.
¿En qué soñaba el cura dormido a tres bancas de donde estaba yo? ¿En las Proclamas que haría. Demostrando su descontento con la pobreza? ¿Con su iglesia, que no hacía nada para remediarla, sin ponerse las sandalias sucias de Cristo? ¿Con qué soñaba, mientras los Cristeros hacían de las suyas, fusilando sacerdotes a diestra y siniestra como él?
Y el curita de la película, que podría ser el Padre Pro, fusilado hace 89 años. Y de quien se le hizo una película biográfica en el 2007, que creo no era el mismo de la cinta, pues se me parece más a un personaje de Buñuel, en mi recuerdo dosificado de cincuenta años.
¡Carajo pasó el tiempo! Lo veo hoy en el insomnio caído sobre su hombro izquierdo, porque no iba a ser el derecho. Una derecha, que el empezaba a combatir con regaños desde su púlpito de la capilla universitaria. O en el aula, donde hablaba como reformador social, influido por Fidel y el Che, otros sacerdotes pero de la Revolución, subvirtiendo con su palabra airada todos los discursos.
Nunca lo había visto. Sólo una vez caminando a pie por la otra acera por la cuarta: “Todo de negro hasta los pies vestido”. Alto de pelo ondulado, y de andar rápido hacia la Jiménez.
¡Ah! Me dije: “Este es el cura que tanto está dando lora”. Y antes, que él escuchara mis pensamientos ateos, por ser espía de Dios, cruzó la esquina próxima. No lo volví a ver en persona, pero sí oía, que lo nombraban todos los días. Porque sus jefes eclesiásticos no soportaban ni un milímetro sus prédicas Un sermón parecido a la arenga de los obispos bolcheviques.
Ellos, los de la jerarquía lo estaban promocionando para Cardenal, cuando le dio por defender la pobrería, yéndose para los barrios marginados acompañado de estudiantes ateos, que eran los únicos que lo secundaban. Se les volteaba, por tanta teoría científica sin teología aprendida en Lovaina-Bélgica donde estudió.
Hernando Salcedo Silva, tenía ese Cine Club, donde yo no iba nunca, sino ese día por primera vez. Y ahí estaba huyendo de los Cristeros de Plutarco Elías, que cuando después de mil peripecias escapaba por fin al fusilamiento. Y estando a punto de embarcarse para otro país, fugándose a la locura anticlerical, decide regresar para cumplir con el sacrificio cristiano. Y lo matan.
Los focos de la sala se encendieron, saliendo en la pantalla el acostumbrado reparto, y la palabra Fin. Y don Salcedo al frente de los asistentes, preguntó las opiniones, acerca de los visto. Y el que estaba sentado al lado del cura dormido lo tocó, para que dijera algo acerca de lo visto, puesto que se trataba de un cura como era él mismo era, que estaba comenzando a ser perseguido, pero sin el peligro de fusilamiento.
Camilo, que con frecuencia iba a cine, se enderezó en su silla diciendo: “Me parece tonto, que este cura se hubiera arrepentido de irse de su país, huyendo de los Cristeros, permitiendo que lo cogieran y mataran”.
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