
Balvin y el síndrome del gran colombiano

Además de ser paisanos, ambos nacieron en Medellín, Antioquia, Colombia; José Álvaro Osorio Balvín, conocido como J Balvin y Álvaro Uribe Vélez, también conocido como el eterno, el innombrable o el patrón del ubérrimo, comparten, cada uno desde sus respectivas realidades; la megalomanía, como característica predominante de su ser y su que hacer.
El uno, el más joven, se cree socialmente muy importante, poseedor de enormes riquezas y capaz de hacer grandes cosas, de carácter voluble, indeciso y en ocasiones agresivo, sobre todo cuando no le salen bien las cosas. El otro, el más viejo, siente que el mundo no lo merece, se cree salvador del mundo o al menos de Colombia, tiene ideas de grandeza, de manera que puede mentir, manipular o exagerar algunas situaciones o a las personas, a fin de conseguir sus objetivos[1]. Ambos, de arraigo paisa, comparten; el uno, el más joven, creerse el gran colombiano del mundo mundial del reguetón, el otro, el más viejo; saberse el gran colombiano del mundo mundial, de History Channel.
Las coincidencias megalómanas continúan. Los dos; Balvin y Uribe, al ser poseedores de reconocimiento masivo, han llegado a desarrollar ciertos delirios particulares, dentro de su trastorno mental. De manera alternada, tanto el viejo, como el joven, desde su creencia de grandes colombianos, han venido mostrando ante sus despistados seguidores; tanto el delirio de identidad grandiosa, como el delirio de habilidad grandiosa. Álvaro, impulsado por sus seguidores ha venido demostrando inquietantes síntomas de teonomanía (delirio de ser Dios), al pretender y casi que lograrlo, doblegar a una nación y a un Estado, a sus designios particulares, en tanto que el otro, José Álvaro, últimamente ha llegado a creerse el elegido para una misión especial (la Cesar manía), al pretenderse el llamado a liderar la revolución expansiva del reguetón (el de él), como única expresión cultural digna de ser reconocida.
Pero los parecidos no se limitan a los delirios de grandeza. Comparten, estos hijos de la gran Antioquia, además de llevar el nombre de Álvaro; demostrar, sin vergüenza alguna, su más impune desprecio por la naturaleza femenina. Álvaro, el Teonómano, ha venido impulsando desde la luz, pero sobre todo, desde las sombras, toda una campaña de repulsa, por todo aquello que se vea, suene o huela a reivindicación de género; desde su visión del universo (el de él y su secta), la mujer únicamente tiene el papel de ser objeto útil para la procreación, para votar y para aplaudir sus ideas; en tanto que para Álvaro, el de la Cesarmanía, las mujeres solo sirven para inspiración de las letras de sus canciones en las que se las muestra como objetos útiles para el goce sexual , para darle me gusta a sus redes y descargar su música ( no la del mal llamado género urbano, sino la de él).
Coinciden, además, el par de Álvaros; en tener a su disposición, una inmensa plataforma de manipulación mediática, capaz de, no solo justificar su megalomanía, sino de victimizarlos, a punto tal, que son las mismas mujeres, las víctimas que comparten en buen número; quienes están dispuestas al auto sacrificio, con tal de limpiar el nombre de sus victimarios Alvaritos. Así lo demuestran los coléricos, delirantes y hasta, tristemente, cómicos panegíricos de defensa de Alvarito Uribe, interpretados de forma rabiosa por las senadoras Cabal, Valencia y Holguín, senadoras del Valle, Cauca y Antioquia, respectivamente, comparables únicamente, con las exuberantes y muy ruidosas manifestaciones de pre púberes, púberes y post púberes seguidoras del Alvarito Balvin, interpretadas rabiosamente en redes sociales y conciertos.
Si bien es cierto que el último episodio de calculada estupidez, o al menos de falta de cálculo político de Balvin frente a su pataleta, por no ser protagonista de los muy venidos a menos Grammy Latino, es solo comparable con la calculada estupidez, o al menos falta de cálculo político de Uribe, al señalar a Duque como su sucesor; también lo es, el hecho de que, en los ambientes del espectáculo y de la política, que son bien cercanos, los comportamientos de exhibicionismo, de berrinche, de matoneo o de megalomanía a las que están acostumbrados Balvin y Uribe, poco a poco, están perdiendo espacio, para darle paso a posiciones más solidarias, diversas e incluyentes.
Ojalá que la razón, pero sobre todo el humanismo, empiecen a marcar el derrotero de la sociedad latinoamericana, arreciando el constante señalamiento de las incorrecciones, de los mal llamados influenciadores de YouTube, la reprobación al matoneo mediático y físico emprendido por las hordas pagadas en las bodeguitas virtuales de las redes sociales y por algunos connotados miembros de la llamada gente de bien, e incluso, generalizando la desaprobación a la manera descarada en que algunos medios de comunicación masiva tradicional, intentan manipular la opinión pública, con tal de favorecer posturas de quienes en mala hora detentaron y/o detentan el poder político o el poder mediático.
No todo es malo; con Álvaro Balvin y Álvaro Uribe, se puede abrir la puerta para una etiología psiquiátrica alrededor del estudio de las causas, desarrollo, prevalencia y tratamiento del síndrome del gran colombiano.
[1]La megalomanía es un grave trastorno de personalidad | Universidad de Guadalajara (udg.mx) – Todo sobre Megalomanía (psiquiatria.com)
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