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El martes 6 mayo, 2008 a las 9:52 pm

Atender bien, no cuesta nada

«La amistad es una responsabilidad nuestra y debe ser premisa fundamental cultivarla. No tener interés y valor de controlar nuestro temperamento, impide encontrar la esencia de nuestra existencia».

Muchos ciudadanos con sobrada razón se quejan de algunos funcionarios públicos que cuando llegan a las mieles del poder las alturas los marean y se vuelven rápidamente petulantes, malhumorados y hasta desconocen a quienes con sus votos los llevan a los cargos públicos. Una de las normas básicas y mínimas de los funcionarios públicos e inclusive del sector privado debe ser la atención adecuada y oportuna de los usuarios, clientes y visitantes, pues atender con alegría a alguien no cuesta nada.

Los malhumorados y malencarados con cara de revólver, son los defectos humanos que más dolor causan a la sociedad y a los ciudadanos que buscan soluciones a sus problemas. Independientemente de la trascendencia que sobre todos los seres del planeta producen estas acciones. Un empleado cascarrabias y displicente hace sufrir a muchas personas inocentes que viven a su derredor, causándoles una existencia triste y amarga, capaz de bajarle la moral a un payaso.

Un funcionario desatento y malhumorado es un dependiente, un «vicioso» que causa desgracia al género humano. Así, como nada justifica que una persona tenga rabietas, haga escándalos, y trate a los demás con ofuscación, enojo e intolerancia. Las personas que tienen mal genio para atender a los demás, lejos de ser temperamentales, son personas incapaces de controlar sus impulsos y carácter. Tanto es así, que lo podemos deducir de esta frase: No digas: … son cosas de mi carácter. Son cosas de nuestra falta de carácter, sé humano por sobre todas las cosas.

La proliferación del malhumor, en medio de un mundo globalizado y neo-liberal, es un peligro. Todos tenemos la obligación de frenar esta tendencia. Es urgente implementar en la educación, desde la niñez, medidas que permitan una atención especial al control del carácter. Sobre todo cuando se presentan, en los niños y jóvenes, explosiones de irritación. Hay que enseñar a los niños a ser amables y gentiles con los demás, un saludo y una sonrisa le puede cambiar el día a alguien que tenga serios problemas.

El malhumor y la desatención en las oficinas hay que erradicarlo y solo es posible si se actúa con tacto y firmeza. De esta manera ayudamos a las actuales y futuras generaciones, para sepan tener control de sus reacciones. No-solo desde el punto de vista físico, también espiritual. Con este accionar educativo aportaremos el germen necesario que permita una verdadera convivencia planetaria. Nuestra responsabilidad comienza por ser tolerantes con nosotros mismos. Practiquemos el amor y la amistad. Es la única manera de ser benevolentes.

Sus problemas y dificultades déjelas en la casa, trágaselas y sufra solito, pero no descargue sus tensiones y frustraciones sobre los demás Todos tenemos sectores o lunares oscuros en nuestras vidas, porque no somos perfectos. Pero tenemos que dominar nuestro carácter. La amistad es una responsabilidad nuestra y debe ser premisa fundamental cultivarla. No tener interés y valor de controlar nuestro temperamento, impide encontrar la esencia de nuestra existencia.

Al no controlar el malhumor, el mal genio y la arrogancia estamos asumiendo una irresponsabilidad en nuestras vidas. Es el camino que conduce a la involución plena de nuestra alma. Nosotros, día más, día menos, estamos irritables e incluso el más mínimo detalle nos puede exasperar. Debemos estar conscientes de que esto forma parte de la imperfección humana. Pero con férrea voluntad y las virtudes maravillosas que Dios nos entrega, podemos controlar y eliminar, con creces estos defectos.

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