
ARTURO CHAR CHALJUB
El 20 de julio se posesionó como nuevo presidente del Congreso de Colombia Arturo Char Chaljub, un barranquillero de origen sirio-libanés, lo que en Colombia les llamamos coloquialmente turcos. Es hijo afortunado de esa familia excesivamente rica que utilizando el comercio, como casi todos los turcos colombianos a principios del siglo pasado y, precedidos de la experiencia milenaria de los libaneses en el comercio mundial, lograron consolidar su notorio emporio económico.
Se trata esta Presidencia de una de las cabezas de los tres poderes públicos de Colombia, el Parlamento. Solo nos queda esperar un normal desempeño, aunque le precede un ambiente fiestero, de bacán y de una idea relajada del poder, pero peligrosa para el manejo Estado, como la tienen la gran mayoría de dirigentes los políticos de la Costa Caribe.
Con todo, es preferible entre dos males: un rumbero y medio flojo, que un mesiánico ignorantón como el primer presidente de esta misma era de Duque del Congreso, Ernesto Macías, que le restringía la palabra a la oposición y que se dedicó a fabricar folclóricas “jugaditas” políticas que amenazaron la democracia.
Me gustó la escogencia como segunda vicepresidente del Congreso a Sandra Ramírez, viuda de Manuel Marulanda Vélez, Tirofijo, fundador y jefe histórico de la otrora guerrilla de las Farc. Es un gesto de reconciliación política verdadera.

No me gustaron las desafortunadas intervenciones del señor presidente Iván Duque. Primero, porque habló y habló, pero olvidó reconocer lo que más nos duele: al lado del coronavirus, el repetido y sistemático asesinato de los líderes sociales. Segundo, porque se le olvidó el ineludible protocolo, es decir, para lo que el presidente va al Congreso el 20 de julio: instalar formalmente el mismo en sus sesiones ordinarias. Todo esto, por hacer notar más a su jefe, el senador Álvaro Uribe que a los demás senadores; increíblemente se fue del recinto, nada menos, sin declarar instalado formalmente el Congreso.
Tampoco me gustó, que ante semejante lapsus linguae, cuando ya estaba hablando la senadora Aida Abella en representación de la oposición, como lo ordena la Constitución, este no la escuchase, como lo reclamó ella en su disertación cuando dijo lo que también nos importa a los colombianos además de esta pandemia, que no sigan matando líderes sociales.
Aunque la nota admirable vino por cuenta de la discriminación presidencial, pues Duque estaba realmente observando la intervención de Aida por Tv, quien se molestó con sus palabras y, refiriéndose despectivamente sobre ella, a soto voz, dijo que sí estaba escuchando, lo que decía “ la vieja esa…”.
Como afrocolombiano no puedo ni debo aceptar ninguna discriminación, y menos contra las mujeres. Me pongo a pensar, cierro los ojos y por un instante me coloco en el lugar de Aida, pienso en lo que habría dicho el presidente viéndome como opositor y además afro, seguramente habría dicho lo mismo: estoy escuchando “al negro ese…”, incluso pienso yo, habría precedido el susodicho adjetivo, para evidenciar aún más su desprecio manifiesto, con una palabra de grueso calibre.
Lo insólito del caso es que este desabrochado hecho en boca de un presidente es inadmisible, el cual, para no creerlo, fue aportado por su propia vicepresidenta… “apague ese Tv y vayámonos que esta película está muy mala…”
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