Con cierta y clara intención
y en un estilo jocoso
-del que les pido perdón
si resultare engorroso-
voy a intentar una glosa
del mejor nacionalismo,
en una forma prudente
cual quien no quiere la cosa
contra el tal extranjerismo.
En estas frases rimadas,
-si me prestan su atención-
notarán que colocadas
entre otros varios asuntos
quedaron bien colocadas
las íes bajo los puntos.
Aquí a las carnes sudadas
denominamos bistec
y hablando sin patriotismo
a la papilla puré,
y el más sencillo de los caldos
es ahora un consomé.
Excusen mi pesimismo
pero en esto hay ¡yo qué sé!
una tan gran mezcolanza
en nuestro nuevo lenguaje
que, aunque parezca chanza,
ni en la Torre de Babel
se viera tanto tropel
de palabras rebuscadas
y de frases saturadas
con términos extranjeros,
que hoy parece nuestro idioma
lenguaje de pordioseros;
un horrible punto y coma
y el más espantoso injerto
que hicieran filibusteros
para hablarlo en un desierto.
Pues que el si ahora es yes
y el adiós un simple chao,
que si algo resulta bien
debemos decir okey.
Ya no es madre la mamá
que la llaman solo mami
y para hablarle al papá
deberá decirse papi.
Hoy el armario es un closet
la lámpara es un quinqué;
el corredor es un hall
la despensa es un buffé
y nuestro saco, chaqué.
La alacena es un seibó,
una gira es la tourné;
la cama en que usted durmió
ya no es cama, es el somier.
La comida es el menú,
el ropero es el vestier,
un recuerdo es souvenir,
la lotería es un bingo
y es el domingo week end.
Y así, con acento gringo
y uno que otro barbarismo,
vamos todos maltratando
con un bestial snobismo,
mientras estamos hablando,
el idioma que Cervantes
nos dejara puro, antes
de los hippies, los ye-yes.
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