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Viernes, 24 de marzo de 2023. Última actualización: Hoy

El martes 27 mayo, 2008 a las 5:22 pm

ALIMENTOS EN LA VÍA PÚBLICA

Por Álvaro Álvarez Muñoz, Md.

Qué delicia un mango biche o un chontaduro con sal o un cholado o unas cuantas papitas fritas con salsa de tomate o un salpicón con hielo triturado o unas empanadas calientes con ají o una arepa rellena con pollo o cualquier fritanga de cualquier cosa que vendan en la calle, que de todas maneras ha de ser sabrosa porque es mucho lo que se vende, constituyendo una gran línea productora de dinero que sirve para el sostén de miles y miles de familias de este país en la llamada economía informal.

Los colombianos solemos comprar muchos, pero muchos, de estos productos a cualquier hora del día y en los lugares más inverosímiles, a todo lo largo y ancho de la geografía nacional, necesitando apenas unos pocos pesos y eso sí ganas de probar o comer algo, como también de “colaborar”.

Pero no todo es alegría completa y lo que bien pudiera convertirse en un placer se vuelve un verdadero fastidio cuando por no dejar, nos detenemos unos instantes a observar la preparación o servida de esas apetitosas porciones de alimentos o mecato que decimos en algunos partes, significando con ello todo lo que está por fuera del desayuno, el almuerzo o la cena del ciudadano del común. Veamos:

Se observa a un manipulador de alimentos sin la indumentaria apropiada como lo son un delantal, unos guantes, un tapaboca y un gorro.

Como no tiene los implementos anteriores, esa persona estornuda, tose, habla y saliva con microgotas, las cuales caen imperceptiblemente sobre los alimentos que prepara.

Con las mismas manos se rasca la cabeza, se limpia los oídos, se hurga la nariz, se retira una lagañita, se acomoda la parte axilar de la camisa que ya tiene bastante sudor y se acomoda la tanga o el pantaloncillo según sea el caso, sin contar con que con los mismos elementos que trabaja en ocasiones se rasca los dedos o la planta de los pies para no agacharse, pues el cansancio apremia.

Esa misma persona recibe dinero y da el sobrante con la misma mano con que prepara y sirve.

No hay agua corriente de un grifo ni desagüe para que pueda lavar trastos y manos adecuadamente, sin reutilizar el agua sucia en un platón.

Usualmente los alimentos permanecen destapados recibiendo millones de partículas de polvo, humo y el tufo de quienes están cerca.

Algo es cierto: si usted va con gran apetito nada de estas cosas podrá ver. Invito a todas las personas que lean esta nota a que hagan el siguiente ejercicio: Acérquense a una prudente distancia de una venta ambulante de alimentos y observen sin ser descubiertas durante unos quince minutos y notarán que al menos una de las condiciones que he descrito se va a producir.

Dos cosas deben quedar en claro: 1) no son todos los vendedores y 2) las cocinas de los restaurantes de esto no se escapan.

Este mensaje no va dirigido al comprador por supuesto y no quiero que dejen de comprar en las ventas callejeras, porque si lo hacen van a causar otro gran problema de desempleo en mi bello país. Esto va dirigido precisamente a los vendedores a ver si por fin sus deliciosos productos pueden ser servidos con la higiene y pulcritud que deseamos. Al contrario. Lo que se quiere es que vendan más y así mejoren su calidad de vida, que es la meta final de todos.

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