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Jueves, 30 de noviembre de 2023. Última actualización: Hoy

Adicciones y otras yerbas

El martes 14 noviembre, 2023 a las 11:44 am
Adicciones y otras yerbas
Tomado de: Centro Montau
Adicciones y otras yerbas
Por: Felipe Solarte Nates.

Aunque por el ejemplo de las borracheras continuas y descontroladas de mi padre, de niño acomplejado juré no beber ni comportarme como él, al asistir al primer baile en la adolescencia y notar que bajo los efectos del alcohol desaparece mi timidez para hablar y sacar a bailar a las chicas, desde mis primeros tragos quedé enganchado al consumo de toda clase de bebidas embriagantes. 

Por muchas décadas la sed alcohólica se convirtió en el motor de mi vida al relegar a segundo y tercer plano la familia y el trabajo y con 62 años cumplidos, sin posibilidad de jubilación quedar a punto de echarme al hombro un costal, dormir en la calle y morir de cirrosis como les sucedió a más de 40 amigos de Popayán y Santander de Quilichao, algunos más jóvenes y otros más viejos que yo, cuyos hígados convertidos en ganchos grasos, no aguantaron el trote.

Después de semanas y meses desayunando con tragos de aguardiente, guarapo, chirrincho y alcohol con agua; para controlar la tembladera, la sed, los nervios que me agobiaban y poder comer algo sin vomitarlo, y de soportar pesadillas viendo monstruos con ojos cerrados y abiertos. Cuando me echaron del cuarto alquilado, el amigo Héctor Guerrero, me ofreció arrendarme una habitación en su casa, siempre y cuando dejara de beber y asistiera a las reuniones de Alcohólicos Anónimos. 

Obligado regresé al grupo Meridiano, al que hacía 20 años, por primera vez asistí durante 3 meses, convencido que después de escuchar dramáticas experiencias de alcohólicos de todas las edades y condiciones, por mi cuenta podría dejar de beber y aprender a controlar el trago, sin haber comprendido que nunca sería un “bebedor social”, al que el alcohol no le desdobla el Mr Hyde primitivo que llevamos dentro, se comporta muy aconductado y decide parar de beber sin problema. 

Después de volver a escuchar compartires de alcohólicos de distintas edades y condición social entendí que todos habíamos vivido películas muy parecidas en distintas épocas y escenarios y al final terminábamos afectando nuestras vidas, estudios, trabajos y familias y el alcohol era la principal puerta de entrada para otras adicciones o consumos compulsivos, como: el basuco y la cocaína usados para pasmar las borracheras, el juego en los casinos y el sexo en prostíbulos y con callejeras.  

Nunca sería un bebedor social como Winston Churchill, que mínimo con una botella diaria de whisky entre pecho y espalda, como primer ministro inglés dirigió a su país frente a la agresión nazi hasta derrotarlos con los aliados en la II Guerra Mundial, sin que se hubiera dormido “ni dado lora”, (por lo menos no me consta y ni han contado en las biografías) en medio de las reuniones preparatorias al desembarco en Normandía, con Roosevelt y Stalin (otro bebedor empedernido) y tampoco cuentan que se hubiera enlagunado. 

Después de meses de asistir a las reuniones y leer el Texto Básico y la historia de Bill y Bob los fundadores de Alcohólicos Anónimos, me convencí que era un enfermo alcohólico más, igual que mis colegas del grupo Meridiano, al que con el primer trago se le toreaba la “tripa aguardientera”, en la primera fase de la rasca era sociable y constructor de geniales proyectos literarios y empresariales que quedaban casi listos para ejecutarlos hasta que me enlagunaba, embarraba en las reuniones y fiestas en las que después me quedaba dormido, roncando y atravesado en la pista de baile, para terminar  en los sitios menos esperados donde más de una vez me atracaron, encadenarme a beber durante varios días y semanas, después de los cuales quedaba como un indigente: sucio, demacrado, velando tragos y tirándoles sablazos a los amigos para comprar cualquier cosa que emborrachara y cuando al fin paraba de beber, durante semanas permanecía: flaco, débil, ojeroso, soportaba infernales guayabos en medio de insomnios con sudor de alcohol pegajoso y fermentado, pesadillas con monstruos y soñando desesperado agarrado de una rama o de un  borde para no caer al abismo, ganas de vomitar porque el estómago no resistía ni el agua, tembladera de maraquero, dolores de cabeza, calambres, nervios ante cualquier ruido de motor o toque en la puerta y el remordimiento al juntarse todos los complejos de culpa pasados y presentes. 

Entendí que el consumo de alcohol es la compulsión más peligrosa por lo aceptada social y económicamente; pero también hay compulsiones que nos llevan a consumir tabaco, café, dulces y comida chatarra, sexo, el juego, etc y que estas no se curan ni con otras drogas, ni centros de rehabilitación, encierros ni religiones.

Más efectivos para un control permanente a las adicciones pueden ser grupos de apoyo entre afectados de alcoholismo, consumo de drogas, comida, juego, apuestas, compradores compulsivos, etc, que asisten a las reuniones sin que nadie los obligue.

En ellas comparten sus propias experiencias, leen textos que les ayudan a entender sus problemas, los daños que en su vida material y espiritual han sufrido y cómo intentar reconstruir sus vidas física y espiritualmente, siguiendo ciertas pautas de comportamiento diario.

En mi experiencia son alternativa viable, para por lo menos, controlar las adicciones “sólo por hoy”, durante 24 horas.

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Felipe Solarte Nates
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