¿Papi, nosotros de qué vamos a vivir ahora?
Eso fue lo primero que me dijo Jessica, para ese entonces de doce años de edad, cuando me vio. Ay, esa pelaíta lloraba mucho cuando me miró mocho. A mí también se me salieron las lágrimas, los pequeños se salvaron porque estudiaban, como el colegio eran tan lejos no podían ir y venir al rato como aquí en la ciudad, allá se iban los domingos en la tarde y llegaban los viernes. Fue el frente 29 de las Farc, en el 2009, en Roberto Payán San José, vereda Guabal el Diviso (Nariño). Ellos solían bajar y decían:
-¡Aquí llegó el grupo subversivo de las Farc!
Mi mamá (de nombre Jacinta) les lavaba los uniformes porque ellos los tiraban ahí, se llevaban las gallinas, mataban los marranos y no los pagaban. Un jueves en la tarde – yo ya había salido de coger la cosecha – bajaron unos 30. Estaban en toda la vereda, la cancha de fútbol estaba tetiada de maletines, esta tarde mataron a un puerco y yo bravo de tanto aguantar les dije que no parecían guerrilla sino una manada de ladrones. Entonces, el comandante Rincón me metió un cachazo aquí (señala el mentón) y me dijo:
-¡¿Qué te pasa? ¿Te querés hacer matar?!
Al otro día El mono o Marquiles le dijo a mi mamá y a Mística, mi mujer, que le lavaran los uniformes y que tenían 48 horas para desocupar la casa. Nosotros fuimos de inmediato a San José, la cabecera, a buscar la Policía, el Ejército, a poner la amenaza. Ellos dijeron que no podían bajar porque no les habían dado orden, además eso era zona roja.
***
La noche anterior yo había estado con los muchachos jugando un chico de dominó. Me solía acostar tarde porque tenía una taberna: vendía ceviche, cerveza, papa. Escuchábamos Diomedes Díaz y salsa como la del Grupo Niche. Sin embargo, como siempre, me levanté a las cuatro de la mañana; abrí la puerta, llevé una linterna que tenía, me coloqué un jean y unas botas, cogí una escopeta para matar los conejos o el tigre, porque allá hay un tigre que come gente, como será que uno en la mañana puede ver las pisadas; bueno me bajé al río a achicar la canoa. Lavé el motor, lo arranqué y lo puse a calentar. Luego me subí a ayudarle a mi hermano, a ayudarle con la olla, los canastos, en fin, todas las cosas que toca llevar a la finca. Algunas fincas están a tres, cuatro horas del caserío, en el caso nuestro estaba como a dos horas. A las cinco treinta de la mañana arrancamos con mi mamá y mi mujer. En el trayecto íbamos felices conversando repartiendo puestos, que vos te encargás de las naranjas, vos de los cocos, yo le ciruelos y así. Mi hermano Germán iba en la punta de la canoa cantando:
Quihubo, quihubo, quihubo linda
Quihubo quihubo, hasta cuándo
Nos gustaba mucho Diomedes. Íbamos molestando, yo movía la canoa y le decía:
-Pilas, pilas, güevon, decí pues pa’ dónde é.
Él respondía:
-Ay Segundo, calmáte, calmáte.
Era una recocha. Llegamos como a las nueve, primero iba mi hermano, luego mi mamá, mi esposa y yo, cuando ¡púmm!; una mina. Mi hermano fue el que la pisó; él murió de inmediato.
Mi mamá gritaba: “¡Ayuda, ayuda!”, mi esposa decía: “¡Segundo, Segundo!”. A mí se me vinieron las lágrimas, eso fue lo que más me impactó porque yo quedé ahí herido, pero no los podía auxiliar. Eso es una cosa horrible. Muy Horrible.
Yo pensé que no iba a sobrevivir, no podía ni pararme ni nada, traté de arrastrarme a la canoa, pero no pude, la pierna me ardía mucho, me quité la camisa y me la amarré. Esa noche fue muy brava, pensaba que o me picaba un culebra o me comía el tigre; como a las seis de la mañana del otro día llegó una comisión – un tío, unos primos y unos amigos –, al primero que recogieron fue a mí, les dije que allá estaban los demás tirados. Me trajeron a Cali, al Hospital Departamental, me hicieron dos operaciones, perdí la pierna izquierda por gangrena.
Fue por venganza, porque esa era la única zona minada.
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Ahora vivo con Luz Estela Dúa Prado, ella también es víctima de las Farc, violaron a su mamá, a su hermano y a ella, nos conocimos en esas reuniones que hacen con los desplazados, como compartíamos dolor pues decidimos vivir juntos. Yo le ayudo con el aseo y con las cosas de la casa. Hace cinco años creé una fundación llamada Renovación y Éxito, está en la comuna 21, soy el representante. Nosotros apoyamos el proceso de paz, es que uno se pone a pensar y si hubiera paz a mí y a los demás no les hubiera pasado lo que nos pasó. Me parece muy importante el acuerdo al que llegaron con las Farc, el de reconocer a las víctimas, antes no lo hacían, antes el presidente Uribe pensaba que no había guerra. Creo que el gobierno está creando ayudas, el problema es que los intermediarios se las roban, por eso es que digo que para la paz debe haber un representante de las víctimas que sepa qué es ser víctima, que sienta, que entienda el dolor.
Yo estoy dispuesto a perdonar, si nosotros queremos cambiar hay que perdonar, para qué vivir con rencor, si yo vivo con rencor y si me pongo a tomar venganza voy a ser peor que ellos, entonces es mejor aportar su granito de arena perdonando, echando para adelante, pensando en los vivos. Yo anhelo poder volver a mi pueblo, aunque he escuchado que en mi finca – no me consta porque no he ido – están viviendo los guerrilleros. Yo así como estoy, discapacitado y todo, puedo trabajar.
Soy Segundo Isidoro Godoy, tengo 47 años.
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