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20 de julio de 1810: Un grito independentista vigente hasta hoy

El domingo 24 julio, 2016 a las 9:25 pm

 

carbonell_400x400¿Cómo definir a José María Carbonell? Básicamente fue un agitador político, no un estadista. No obstante sus importantes aportes ideológicos, éstos sólo se presentan en pocas ocasiones, como cuando el 20 de julio de 1810 habla de independencia absoluta de España y de lo que más tarde se conocería como la desamortización de bienes de manos muertas. Indalecio Liévano Aguirre

A Luis Otero Cifuentes, fundador del M-19, desaparecido en la retoma del Palacio de Justicia en 1985, que siempre admiró desde niño a Carbonell como el verdadero revolucionario del 20 de Julio de 1810.

Armando Orozco Tovar

Armando Orozco Tovar

Hoy hablar del 20 de julio de 1810, parecería un lugar común, o la cháchara de un discurso ventijuliero, si no se dijeran cosas diferentes como las que diré, a las que siempre se han dicho, a excepción de unos contados escritores como el historiador Indalecio Lievano Aguirre, que en su ensayo al respecto de esta fecha, pone los puntos donde deben ir, sobre el sentido verdadero e histórico de este acontecimiento, y no el histérico que la mayoría de las interpretaciones oficialistas hacen del evento inicial de la independencia nacional, los cuales sólo redujeron a una bronca entre un criollo y un anciano español con mala salud por un florero para adornar un convite, Chapetón a quien injustamente se le condenó después de los sucesos del día, a varios meses de prisión hasta el año 11, después de la expulsión del Virrey Amar y Borbón, y de la implantación de un periodo de conflicto anárquico, conocido como de “Patria Boba” con duración de seis años hasta cuando arribaron a nuestras costas los bajeles bien guarnecidos de tropas probadas en la guerra napoleónica en España, con un poderoso equipamiento militar con el cual pretendían recuperar el dominio del rey en tierras insurrectas.

En 1807 entraron las tropas francesas en España, y en 1808 el motín de Aranjuez trajo consigo la abdicación de Carlos IV y el arresto de su favorito Manuel Godoy. A la familia real se le trasladó a Francia, y esto generaría la chispa que prendería la llama de la Guerra de Independencia.

Todo este conflicto entre criollos y españoles no se daba sólo en Santafé de Bogotá, puesto que se venía produciendo en toda la región latinoamericana, después de la abdicación del monarca español, la Junta Central de Sevilla huyó hacia la isla de León, auxiliados por la flota inglesa constituyéndose allí un Consejo de Regencia, convocatorio de las Cortes del Rey, para que se desafiara el peligro peninsular incluyéndose los dominios ultramarinos coloniales. Se buscaba también con la Proclama, tranquilizar el descontento en estos lugares y por supuesto todo el apoyo a España en la lucha contra la invasión gala.

En aquel año 10 de comienzos del siglo diez y nueve, se sucedieron gritos libertarios en Ecuador, Alto Perú, (que sería luego Bolivia) en el Virreinato del Río de la Plata y en sitios de la Nueva Granada como fueron Cartagena y Mompox, ciudades donde se conformaron juntas buscando no sólo la autonomía sino la independencia. En la Proclama de las Cortes del Rey como punto principal se anotaba que: “Desde este momento, españoles americanos, os véis elevados a la dignidad de hombres libres… el nombre del que ha de venir a representaros en el Congreso Nacional, vuestros destinos no dependen ya de los Ministros, ni de los Virreyes, ni de los Gobernadores: están en vuestras manos…” Fueron enviados Comisionados Regios a sus colonias para que contactaran los grupos rebeldes.

Hacia la Nueva Granada y Quito se designaron Antonio Villavicencio, un amigo y seguidor de Antonio Nariño, en ese momento preso en Cartagena y Carlos Montufar, ambos quiteños. Los cuales no fueron recibidos con gusto por las autoridades españolas, que mantenían una tenaz represión contra los criollos, y que no estaban tampoco de acuerdo con los términos de igualdad emitidos por la Proclama, retrasando de esta forma las disposiciones del Consejo de Regencia.

Camilo Torres afirmaría que las autoridades españolas lo que querían por varios medios lograr era rehuir la comisión Villavicencio – Montufar. En Santafé se creó una Junta de Notables con Camilo Torres Tenorio, José Migue Pey, quien decretaría la orden de arresto del Virrey Amar y Borbón, el 13 de agosto de 1810, fecha en que se le apresó, facilitándole luego a escondidas su salida hacia Cartagena de donde salió para La Habana. El comerciante Acevedo y Gómez, Jorge Tadeo Lozano, Marqués Joaquín Camacho y Antonio Morales, todos pertenecientes a la clase alta neogranadina, siendo muchos de ellos hacendados en sus departamentos de origen como Camilo Torres, que era perteneciente a una familia dueña de tierras en el Cauca y Tolima. Y Francisco José de Caldas primo de Camilo Torres, e igual popayanejo, científico y militar. En 1816, cuando el ejército realista reconquista el país, Caldas es capturado en la hacienda de su familia llamada Paispamba cerca de Popayán y luego en Santafé será sentenciado a muerte por Pablo Morillo.

En la tercera crónica del artista José María Espinosa, cuenta los sucesos del Veinte de Julio, en un magnifico testimonio donde relata: “…Nadie ignora la disputa que tuvo lugar aquel día (viernes) en la calle real entre un comerciante español y don Antonio Morales, mi hermano político, con motivo del banquete y otros festejos que se preparaban para recibir al comisionado regio don Antonio Villavicencio… de quien se esperaba mucho en favor de los americanos y de un cambio político… el hecho es que la revolución se llevó a efecto y que una simple disputa personal vino a ser la chispa que produjo la Independencia de nuestro país… Fui enrolado en las filas de los patriotas… y me hallé formando en la plaza mayor con mi lanza al hombro. Así fue que vi aprehender al virrey Amar y a la virreina su esposa, por cierto más varonil que su marido. Las calles principales estaban llenas de gente armada y el palacio rodeado de caballería… Las revendedoras… aquellas mujeres soeces, como lo son en todos los países y en todos los tiempos, cercaban a la señora y la insultaban, empujándola y aun pellizcándola; algunas llegaron en su villanía a punzarla con alfileres… Sámano aguardaba por instantes la orden que debía dar el virrey; pero este por fortuna era pusilánime, y no se atrevió a darla… el secreto y plan de la revolución estaban entre unos pocos, y que la masa del pueblo, que no obra sino por instigaciones, nada sospechaba… Y el pintor Espinosa termina la narración de su crónica diciendo: “…era un acontecimiento extraordinario, como que por primera vez se veía en nuestra pacífica ciudad una escena de esta naturaleza: era el estreno de la soberanía popular”. Un testigo anónimo, habla del papel de las mujeres en los actos de aquel día: “Las mujeres de todas las clases andaban más resueltas que los hombres, armadas de bocas de fuego medianas, puñales, cuchillos y las que menos, de piedras en la mano y pidiendo la creación de la junta cuanto antes”.

El temor de muchas personas enlistadas por las autoridades chapetonas para ser detenidos y castigadas, no se acrecentó en Santafé gracias a las noticias de las insurrecciones de Caracas, ocurridas tres meses antes el 19 de abril, derrotando a las autoridades, las que fueron remplazadas por Juntas que querían conservar los derechos de Fernando VII en estas tierras”, pidiendo sólo autonomía, pero nada de independencia hasta el día que apareció Bolívar, que llegó de Europa con esa única idea en su cabeza.

Santafé era entonces una pequeña aldea de sólo 25.000 habitantes, sin embargo, constituía el mayor conglomerado humano del Nuevo Reino de Granada. Desde su fundación el 6 de agosto de 1538, por orden del conquistador español, Gonzalo Jiménez de Quesada, la ciudad Santa Fe.

En Santafé los ricos del barrio de la Catedral, (hoy La Candelaria donde estamos) hacia las seis y media de la tarde nombró su propia Junta de Notables, pensaron en organizar una Junta similar a la surgida en la capital de la capitanía venezolana como única solución salvadora de la represión que se veía venir contra ellos.

En una carta dirigida por Acevedo y Gómez a Antonio Villavicencio, le decía entre otras: “Muchas conferencias hemos tenido los patriotas, y mil pareceres contradictorios se han emitido en nuestras juntas. El fogoso Carbonell quería un golpe atrevido. Lozano ha aconsejado proposiciones al Virrey; Camilo Torres quiere que se pidan terminantes y prontas explicaciones al gobierno español; Herrera aconsejaba una asonada ruidosa que intimidase a los gobernantes, y que en caso de correr la sangre de estos, de mirarse este hecho como un castigo ejemplar y una justa venganza; Benítez quiere que se indague con más atención la opinión pública, y no falta quien aconseje un sangriento atentado”. Algunos historiadores afirman que Francisco de Paula Santander, se opuso al encarcelamiento del Virrey Amar.

Después de la toma del poder por los de la Junta de Notables, muchos presos fueron liberados, ignorándose a propósito la prisión de Antonio Nariño, ninguneo al cual se refirió Joaquín Camacho en el Diario Político de Santafé, expresando los méritos del prócer preso en Cartagena, y denunciando la indolencia de la Suprema Junta, hacia el Precursor de la independencia, que había traducido del idioma francés los Derechos del Hombre y del Ciudadano, emitidos por la Revolución Francesa en 1789, costándole a Nariño, ingentes padecimientos a él y a su familia.

Para Camilo Torres y otros oligarcas, Nariño era considerado afrancesado puesto al lado de Napoleón. A ellos no les convenían los Derechos de la Revolución Francesa, puesto que hubieran tenido que convertir a los esclavos de sus haciendas en peones y a sus siervos en ciudadanos.

Ese viernes de mercado se declaró Cabildo Abierto y se nombró la Junta Suprema, que integraron José Miguel Pey, Camilo torres, José Acevedo y Gómez, Andrés Rosillo, Tomas Tenorio, Joaquín Camacho, Manuel Bernardo Álvarez y Pedro Groot. Junta donde predominó la élite oligárquica neogranadina, que inmediatamente plantearon que las nuevas instituciones deberían velar por sus privilegios de clase e intereses económicos. Designio mantenido a lo largo de estos doscientos seis años del llamado grito independentista, puesto que la oligarquía del 20 de julio de 1810, será la misma hasta hoy que se mantendrá en el poder, contraria a los intereses populares, siempre derrotados a lo largo de la historia, con sus dirigentes asesinados y movimientos aniquilados genocidamente, como ocurrió con la Unión Patriótica UP, sin precedentes.

Narra Indalecio Lievano Aguirre, en su ensayo sobre la fecha, que “cuando la revuelta de los oligarcas, aquella tarde del 20 de Julio, estaba fracasada, José maría Carbonell realizó uno de los actos más trascendentales de nuestra historia: acompañado de un grupo de estudiantes y de amigos se encaminó a los arrabales de Santafé, a las míseras barriadas de extramuros, donde habitaban en guaridas millares de artesanos, de mendigos, de indios y mulatos, de gentes desesperadas y míseras, y las invitó, con su extraordinaria elocuencia, a trasladarse al centro de la ciudad para solicitar no una Junta de Notables, sino Cabildo Abierto… Carbonell, joven ardiente y de una energía poco común, esa tarde y en la noche del 20 dice el Diario Político, corría de taller en taller, de casa en casa; sacaba gentes y aumentaba la masa popular… hacia las siete de la noche, en la pacífica y casi tranquila Santafé, comenzó a oírse un rumor sordo, el rumor de las multitudes en marcha, de las multitudes que desde las afueras de san Victorino y los arrabales de Egipto, Belén y las Cruces avanzaban hacia el centro de la ciudad. Montoneras de hombres y mujeres, la “hez del pueblo”, como decían los oligarcas, entraban así en el camino de la historia, se preparaban a cumplir la cita que les había dado Carbonell y a decidir-ellos los míseros, ellos los oprimidos, los plebeyos, la gleba irredenta-, el conflicto en el que habían fracasado los magnates criollos, los descendientes de don Pelayo”, los patricios acaudalados del reino… Olas de pueblo armado – dice el “Diario Político” – refluían de todas partes a la Plaza principal; todos se agolpaban al Palacio y no se oye otra voz que ¡Cabildo Abierto! ¡Junta!

El abogado y político Camilo Torres Tenorio, aquella vez dejó su posición de clase muy clara, diciendo que los chisperos, o agitadores profesionales como se les dice hoy, que querían la implantación de los Derechos del Hombre, “eran más peligrosos e indeseables que los mismos españoles, y que tanto Nariño como Carbonell militaban en el bando de los chisperos”. Por este apelativo José María Carbonell, Eduardo Pontón, Manuel García, e Ignacio Herrera, que se encargaron de insurreccionar al pueblo fueron encarcelados, y Nariño siguió preso en las mazmorras de Cartagena.

Los de la Junta de Notables persiguieron a los que comulgaban con las ideas populares en pro de la independencia absoluta de España, abogando no sólo por una autonomía comercial y política de la metrópoli, que les permitiría manejar sus propios intereses de clase como ricos hacendados que eran. Los llamados chisperos planteaban en cambio la transformación de la Nueva Granada en República, aspirando además a implantar la democracia.

Cuando se agudizaron las contradicciones entre los dos bandos denominándose Centralistas el bando de Nariño en Santafé de Bogotá, y federalistas para el de Camilo Torres, trasladado a la ciudad de Tunja hoy capital del departamento de Boyacá. Inaugurándose de esta forma una permanente contienda entre ambos grupos, hasta la llegada de la reconquista española en 1816, época conocida en la historia colombiana como de la Patria Boba. “Boba” porque en vez de estarse echando tiros, debería unirse ante la presencia del enemigo común español que los invadía, como el Libertador se los advirtió en 1815, antes de marcharse para el exterior, donde escribió como visionario que era la famosa Carta de Jamaica.

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