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10 AÑOS COMO VÍCTIMA

El domingo 6 febrero, 2011 a las 10:02 pm
CREPITACIONES 2011
POR LIC. JAVIER ENRIQUE DORADO MEDINA
Mucho se comenta durante estos meses y días, sobre la Ley de Víctimas, La ley de Restitución de Tierras, la Ley de Transferencias, la Ley…, la Ley…, en fin, como somos un país de leyes, cada honorable Senador o Representante, quiere pasar a la historia de las leyes con su nombre grabado en las mismas y así ser recordado siempre per sécula seculorum, amén.
Ahora bien, así esas leyes estén bien logradas y traten de cumplir su cometido, sin embargo no alcanzan a dimensionar en su verdadero significado el componente humano de las personas, hacia quienes van dirigidas, es decir, su parte emocional, sentimental y hasta espiritual, elementos que no son solucionados ni lo podrán hacer, así hayan los millones de compensación, o las miles de hectáreas restituidas. Como dicen por allí: la procesión va por dentro.
Precisamente sobre esa procesión personal, quiero compartirla con ustedes, amables lectores, cuando por culpa del sangriento y triste conflicto colombiano, hace ya 10 largos y sufridos años, las Farc asesinaron a mi santa y querida madre Amelia Medina de Dorado (QEPD), en una de sus siniestras incursiones al puesto de Policía de Bella Vista (hoy inexistente), situado a la entrada norte de Popayán, el pasado viernes 8 de diciembre de 2000, hace exactamente 10 años.
Esos diez años transcurridos, han sido para mí y mis familiares, una tragedia diaria, minuto a minuto, imposible de olvidarla, recordándola siempre a ella, soñándola, viendo sus fotos y cuando voy a Popayán toda la ciudad se convierte en monumento perenne que me recuerda ese vil asesinato, preguntándome mil veces por qué a ella, por qué a nosotros, por qué si ella iba sentada en ese colectivo esos fascinerosos me la tenían que matar, por qué se vino un año antes desde Bolívar (Cauca), huyendo precisamente de los mismos para encontrar algo de paz, esos mismos me la asesinaron en pleno Popayán, preguntas, preguntas y preguntas que nunca tendrán respuesta.
Junto al daño físico que ellos causaron, al quitarnos a nuestra madre, están los daños emocionales que mencioné al principio. Es decir, la condición de víctima es inconmensurable, no se alcanza a comprender a cabalidad y sus efectos son devastadores, a la manera de un tsunami sicológico. Por eso admiro a mi padre José Antonio Dorado, quien como un roble ha sorteado esa situación, por diez años, y lo sigue haciendo, con sus 85 años largos y bien vividos, siendo un fiel representante de la generación de antes.
Por todo lo anterior, al escribir esta columna, rindo un homenaje sincero a todas y cada una de los millones de víctimas, que hoy en día viven en Colombia, recordando y extrañando a sus familiares asesinados por las Farc y demás grupos armados, deseando que algún día reine la paz sobre la sangre derramada en esta guerra fratricida.
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